Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 20 Marzo 2004
Antes de presentarles el Editorial de esta Edición, quiero agradecer a mis fieles lectores por la cálida acogida que le han dado a esta Sección, y disculparme por haber estado alejado un tiempo de mis deberes como Editor. Los consabidos imponderables técnicos del mundo digital en el que hoy estamos sumergidos han sido responsables de ello, al menos en una parte importante.
También he estado ocupado en la conducción de otras tareas y proyectos personales, cual de ellos más urgente, y ello me ha quitado el tiempo y el espacio que se requieren para organizar y colocar las ideas en un Editorial. Precisamente una de esas tareas concierne a la creación y puesta en marcha de la Comisión de Investigaciones de la Sociedad Cubana de Nutrición Clínica, en respuesta a una petición de la Junta Directiva de la misma. Y esto es precisamente lo que me ha impulsado a ofrecerles en esta ocasión mi visión personal de cómo articular el trabajo investigativo en una especialidad tan abarcadora e inclusiva como la nuestra.
Para empezar, les diré que lo primero que debe hacerse es identificar bien el área de nuestro interés, a fin de concentrar nuestros esfuerzos y recursos, y proponernos metas realistas de alcanzar. No se descubre el agua tibia si se dice que la Nutrición está involucrada en todas las esferas de la actividad médica, por cuanto es el sustento mismo de la vida. Se corre el riesgo de equivocar el rumbo y perder tiempo y recursos (que bastante escasos son) en perseguir intereses que a la larga son estériles.
Una vez identificada el área de interés, es necesario elaborar un estudio diagnóstico de la repercusión de la desnutrición en los resultados últimos de la intervención médico-quirúrgica. Para citar un ejemplo: la estenosis pilórica como complicación de la enfermedad ulcerosa crónica es un evento que atenta contra el estado nutricional del paciente, al impedirle alimentarse por la boca, como es natural que ocurra. Las soluciones terápéuticas pueden abarcar desde un enfoque conservador, puramente médico, hasta la acción quirúrgica, cualquiera que sea la opción a la que se recurra dentro de las descritas en los libros de Cirugía. En cualquier caso, el apoyo nutricional cobra una importancia fundamental: instalado tardíamente, puede amenazar el éxito posterior de la conducta quirúrgica; la adopción temprana de conductas injustificadamente agresivas puede que resulte en más complicaciones que beneficios. En cualquier caso, se debe establecer el estado nutricional inicial del paciente, la conducta seguida, los eventos en la evolución natural de la situación actual de salud-enfermedad del paciente (sepsis/dehiscencias de suturas/peritonitis/desórdenes metabólicos), y el resultado último de la intervención médico-quirúrgica (mortalidad).
Una vez establecida la influencia del estado nutricional, debemos elaborar un plan de intervención. El 80% del éxito resultará de la adopción de medidas sencillas y al alcance de todos (si honramos la Ley de Pareto): una evaluación nutricional temprana, la instalación de esquemas de Nutrición Parenteral Periférica con soluciones de baja osmolaridad, que en dependencia del estado nutricional y los resultados de la evaluación nutricional pudieran escalarse hasta uno de Nutrición Parenteral Central y Completa, y el monitoreo constante de la reapertura de la vía oral, pudieran ser algunas de las nuevas opciones en el ejemplo que nos ocupa que podrían traducirse en un éxito inmediato, con un impacto notable sobre la evolución natural del paciente.
No obstante, el 20% restante del éxito nos obligaría a romper esquemas tradicionales, e ir en contra de la corriente. Si todas las acciones conservativas emprendidas no han servido para preservar el estado nutricional del paciente, y no se avizora que se pueda reabrir la vía oral en un tiempo prudencial, ¿no sería el momento de correr la última milla en el abordaje de la vía enteral para evitar los trastornos asociados a un tracto gastrointestinal en desuso?.
Nuevamente, hay que registrar la evolución del paciente en la nueva carrilera de tratamiento, para al final evaluar la efectividad de las diferentes alternativas de tratamiento seguidas y sacar las pertinentes conclusiones. Si la colocación temprana de vías artificiales de acceso al tracto gastrointestinal en pacientes seleccionados se asocia con una baja tasa de complicaciones y mortalidad, menor estadía hospitalaria y un menor consumo de recursos, entonces debe convertirse en parte del arsenal terapéutico.
Como ven, no es una tarea simple, pero tampoco tan onerosa. Al fin y al cabo, y por propio mandato de nuestra profesión, estamos obligados a evaluar constantemente la calidad de nuestra actuación como integrantes de los equipos básicos de salud, y presentar públicamente estos resultados (revistas/tesis/ conferencias/presentaciones en congresos) para el escrutinio por nuestros pares.
El tema no queda agotado aquí, y les invito a que me escriban con sus opiniones y sugerencias, a fin de proseguir este debate. Nos lo agradecerán nuestros pacientes.
Espero que les sea útil.
Con mis mejores afectos,
Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.