Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 19 de Febrero del 2018
Se reconoce por todos que la desnutrición afecta a la mitad de los pacientes hospitalizados. Numerosos estudios epidemiológicos completados en latitudes geográficas distantes entre sí así lo han revelado una y otra vez en los últimos 40 años. Lo que ha llamado la atención de todos es la invarianza de este fenómeno, a pesar de las tecnologías desarrolladas, y las oportunidades existentes para emplearlas. ¿Cómo explicar entonces que en estos tiempos que corren 1 de cada dos pacientes hospitalizados está desnutrido?
En una primera interpretación de este estado de cosas, parecería que hemos fracasado como nutricionistas. Pero siempre digo (y afirmo) que la realidad es mucho más compleja que lo que pudiera aprehenderse, y que en este aspecto cabrían otras interpretaciones igualmente válidas.
En un ensayo anterior,[1] expuse que el estado corriente de la desnutrición hospitalaria pudiera ser la resultante de 3 elementos interrelacionados: Oportunidad, Disponibilidad y Conocimiento. Si este modelo se sostuviera, entonces un conocimiento superior por parte del médico de asistencia (y por extensión los grupos básicos de trabajo donde se inserta) pudiera conducir a un mejor reconocimiento de la desnutrición presente en el enfermo, y un mayor uso de las terapias disponibles de repleción nutricional, y por consiguiente, un abatimiento de la tasa corriente de desnutrición hospitalaria. De hecho, la educación en temas relevantes de las ciencias de la Alimentación y la Nutrición ha sido la principal línea de intervención promovida y practicada durante todos estos años por las sociedades regionales dedicadas a la Nutrición clínica y hospitalaria. Pero el poco impacto observado nos frustra y decepciona: después de tantas horas de educación y tantos cursos impartidos, ¿por qué todavía 1 de cada dos pacientes está desnutrido en el hospital?
Pero veamos ahora el problema que nos ocupa con otros (diferentes) ojos. Aceptemos (y es buen punto de partida) que toda enfermedad tiene un componente metabólico y nutricional. Si nos remitimos a los cuadros de salud de las poblaciones en todo el mundo, veríamos que las enfermedades crónicas no tranmisibles y el cáncer se han vuelto altamente prevalentes, y en todas ellas se pueden encontrar tasas importantes de desnutrición a medida que la afección progresa.
Por otro lado, el envejecimiento demográfico afecta a todo el mundo, y ello añade otra tensión nutricional. Entre el 20 – 25% de las colectividades humanas se corresponden con sujetos con edades mayores de 60 años. Al interior del hospital, entre el 35 – 50% de los enfermos se ubican dentro de esta franja demográfica. Los problemas nutricionales de estas subpoblaciones se añadirían a los expuestos más arriba (sin descontar que la desnutrición puede concurrir en un anciano diabético sujeto a diálisis iterada). Luego, el estado actual de la desnutrición hospitalaria reflejaría más bien el estado clínico-metabólico de una población envejecida y agobiada por múltiples problemas de salud, todos ellos crónicos en el tiempo, al igual que los tratamientos que reciben.
Y lo anterior me lleva al último punto de esta exposición. El hospital ha sufrido cambios radicales en la misión y el encargo sociales que debe cumplir. El hospital ya no es el santuario que solía ser antaño, cuando acogía al enfermo durante el tiempo que fuera necesario para la conducción del tratamiento prescrito, y el logro de la rehabilitación física, síquica y motora. Hoy en día, el hospital se orienta, por un lado, a controlar los cuadros agudos de descompensación de las enfermedades crónicas no transmisibles, mientras que por el otro, a la investigación científica y el desarrollo de nuevos productos y tecnologías. De esto se desprende que los grupos básicos de trabajo están mejor preparados para rehabilitar/reanimar/resucitar al paciente antes que renutrirlo; y que el hospital no sería ya el lugar adecuado para conducir los esquemas de repleción nutricional que el paciente requiere.
Como capas que se añaden a un pastel, la desnutrición observada en un hospital actualmente compondría una población envejecida, agobiada por numerosos problemas de salud, todos ellos crónicos, tratamientos médicos dilatados en el tiempo, y estadías hospitalarias acortadas en una institución constreñida por encargos cortoplacistas. Así, la tasa corriente de desnutrición hospitalaria no debería ser más nuestro indicador de impacto (incluso, si las proyecciones epidemiológicas se mantienen, puede que la tasa de desnutrición hospitalaria se incremente geométricamente).
Pero ello no nos puede conducir a subvalorar (o por la misma razón) desdeñar los aspectos nutricionales en el tratamiento del paciente. La desnutrición (se ha demostrado hasta la saciedad) puede ensombrecer el pronóstico de la enfermedad, afectar la efectividad de las terapias que se administran en el hospital, y mermar la calidad percibida por el paciente (y sus familiares) sobre la atención recibida, a la vez que encarecer los costos de las prestaciones.
Antes estas realidades, ¿qué hacer?
Obviamente, el hospital no sería más el lugar para la implementación y la conducción de los esquemas de repleción nutricional. El hogar del enfermo se revela entonces como el único lugar donde se podrían acomodar las terapias nutricionales. Los grupos básicos de trabajo deben ser reeducados en el diseño y gestión de esquemas nutricionales a domicilio. Por su parte, las organizaciones hospitalarias dedicadas a la provisión de cuidados nutricionales deben ahora preocuparse de la continuidad en el domicilio del enfermo de las intervenciones nutricionales iniciadas en el hospital. Y de esta manera, podremos entonces medir nuestro impacto como nutricionistas de la tasa corriente de completamiento de los cuidados nutricionales, y de los ahorros logrados en la atención hospitalaria. Se trata, en fin, de reinventar la teoría y la práctica de la Nutrición artificial.
Espero que les sea útil.
Con mis mejores afectos,
Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.
Lunes, 19 de Febrero del 2018.
Notas al pie:
[1] Santana Porbén S. Estado de la Nutrición artificial en Cuba. Lecciones del Estudio Cubano de Desnutrición hospitalaria. Publicación RNC sobre Nutrición Clínica 2009;17:37-47.