Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 11 de Febrero del 2010
Atravesamos en este momento por un inevitable proceso de cuestionamiento de las formas y modos de la prestación de la asistencia médica en nuestro país. Se discute con particular fuerza tanto el tamaño actual del “ejército de batas blancas”, como el impacto de los que trabajamos en el sector de la Salud; junto con otros asuntos de estratégica importancia como cuáles son las reales necesidades del país para la formación de recursos humanos, como parte del proceso natural de renovación y expansión continuas de la mano de obra calificada del sector. Pero no debemos obviar que éste es solo uno de los tantos ejercicios que hemos vivido en el pasado para reconciliar el desembolso en salud con el logro de indicadores superiores de asistencia médica.
En uno de estos ejercicios, acaecido en una coyuntura particular de nuestra historia reciente, se decidió retirar la Nutrición del repertorio de especialidades médicas, y el contenido de la misma fue incorporado dentro del propio de Higiene y Epidemiología, ahora como un módulo dedicado a Higiene de los Alimentos. Todo ello ocurrió en la primera mitad de los 1980’s.
Al no haber sido actor de este proceso, no estoy facultado para declarar si fue una decisión sabia o no. En el momento en que se tomó esta tan trascendental decisión, el ingreso energético per cápita promedio rebasaba las 3,000 Kilocalorías diarias, y la Obesidad comenzaba a revelarse como un nuevo y emergente fenómeno epidemiológico, máxime cuando habían quedado atrás los duros y austeros 1970’s.
Distanciados en el tiempo de los hechos relatados, y después de haber vivido las experiencias del Período Especial en tiempo de paz de los 1990’s, y las secuelas de aquellos tiempos, debemos proponernos hoy examinar la pregunta que le da título al Editorial, y darle coherente y acabada respuesta. La Sociedad Cubana de Nutrición Clínica y Metabolismo ha expuesto las ramificaciones y repercusiones de la desnutrición asociada a la enfermedad como un problema importante de salud en las instituciones médicas y asistenciales del país, a la conclusión del Estudio Cubano de Desnutrición Hospitalaria [1]. El estado actual de la provisión de cuidados alimentarios y nutricionales al enfermo que es atendido en estos lugares también deja mucho que desear [2]. Como complemento de tal estado de cosas, más del 80% de los médicos ocupados en la atención directa del enfermo no son capaces de manejar y aplicar creadoramente conocimientos aunque sea mínimos de Alimentación y Nutrición, según encuestas realizadas en diferentes áreas de desempeño aún hoy inéditas. Estudios ulteriores podrían revelar que la ineficacia con la que operan actualmente los sistemas de salud podría ser el resultado, al menos en parte, de circunstancias derivadas de una presencia desmesurada de enfermos desnutridos en nuestros centros de salud.
En un trabajo anterior he expuesto un modelo para interpretar el estado actual de cosas [3]. Para mi frustración, compruebo que el elemento CONOCIMIENTO es el que se ha quedado rezagado, y ello podría deberse, por un lado, a la pobre representación de los contenidos de Alimentación y Nutrición en la formación de pregrado, y por el otro, a la inexistencia de formas de postgrado para la educación continuada en unas disciplinas que se desarrollan vertiginosamente. La reapertura de la especialidad médica en Nutrición podría convertirse en un esfuerzo sectorial importante en aras de formar una nueva generación de médicos nutricionistas empoderados para interpretar y transformar creadoramente la realidad antes expuesta en sus respectivas áreas de desempeño.
Algunos, compulsados por un pensamiento propio de situaciones críticas o extremas, argumentarían que la reapertura de la especialidad médica en Nutrición podría ser onerosa en estos momentos de contención fiscal y presupuestaria, y que la oferta de cursos, diplomados y maestrías podría llenar las necesidades de posgrado de los médicos en las disciplinas de Alimentación y Nutrición. Sin embargo, hay que dejar en claro, desde este mismo instante, que las formas existentes de posgrado en estas disciplinas tienen un fuerte sabor “salubrista”, esto es, enfocado al trabajo con grupos vulnerables en la comunidad de residencia. Por fuerza, estas formas de posgrado no incorporan temas de Nutrición clínica y hospitalaria, Apoyo nutricional y Nutrición artificial. No podemos pasar por alto tampoco que los temas de Alimentación y Nutrición en Salud Pública son vastos por definición, lo que crearía inevitables tensiones a la hora de decidir cómo conformar un currículo de la especialidad.
Por otro lado, ha ocurrido una verdadera explosión de conocimientos y experiencias sobre cómo nutrir a enfermos en distintas etapas del proceso salud-enfermedad, y junto con ello, un amplio caudal de tecnologías, insumos, productos y protocolos de actuación, todos los cuales hay que usar racional y eficazmente. Los cambios que están ocurriendo a escala global han desplazado el eje del tratamiento médico-quirúrgico desde el hospital hacia el domicilio en que vive el enfermo, lo que implica que hoy, más que nunca, el médico debe articular el cuidado nutricional desde el momento del diagnóstico inicial hasta la convalescencia.
Por último, no se puede olvidar que el pasaje del médico por alguna forma especificada de posgrado puede obedecer más a los intereses de ascenso individual en la escalera académica y salarial, que a los deseos conscientes de aplicar los conocimientos adquiridos en la solución de problemas en el área de desempeño. No deberíamos extrañarnos entonces que apenas la mitad de los graduados de las Maestrías en Nutrición en Salud Pública en los últimos 15 años se encuentre todavía en activo en sus respectivos puestos laborales.
Las discusiones en torno a la reapertura de la especialidad médica de Nutrición podrían ocuparnos unos cuantos años más todavía, tiempo durante el cual se acentuarían las tendencias expuestas en este ensayo. ¿Qué debe hacer la Sociedad mientras tanto? Creo que ha llegado el momento en que articulemos un programa coherente, regular, integral, sistemático, y a la vez, descentralizado, de educación continuada en Nutrición clínica y hospitalaria, Apoyo nutricional y Nutrición artificial. Las bases de tal programa han sido publicadas previamente en una revista médica especializada de amplia divulgación [4]. Este programa pudiera evolucionar hasta la inauguración de una Maestría (necesaria por demás) en aquellos temas, como complemento de la ya existente dedicada a la Nutrición en Salud Pública. Si ello no fuera posible, entonces se podría configurar un Curso de avanzada para la formación de expertos debidamente acreditados y certificados. Estos expertos podrían llenar las necesidades de personal calificado en las distintas facetas de la asistencia médica, y se constituirían además, en el esperado relevo de la generación histórica de médicos nutricionistas que desbrozaron los caminos por los que hoy transitamos.
Espero que les sea útil.
Con mis mejores afectos,
Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.
Referencias bibliográficas:
[1] Barreto Penié J, for the Cuban Group for the Study of Hospital Malnutrition. State of malnutrition in Cuban hospitals. Nutrition 2005;21:487–97.
[2] Santana Porbén S, for the Cuban Group for the Study of Hospital Malnutrition. The state of the provision of nutritional care to hospitalized patients—Results from The Elan-Cuba Study. Clinical Nutrition 2006;25:1015-29.
[3] Santana Porbén S. La desnutrición hospitalaria: ¿mal inherente a los sistemas actuales de salud y/o próximo reto a vencer? RNC Revista de Nutrición Clínica 2009;18:5-17.
[4] Santana Porbén S, Barreto Penié J. Sistema de educación continuada en Nutrición clínica, Nutrición artificial y Apoyo nutricional; su lugar dentro de un Programa de Intervención Alimentaria, Nutricional y Metabólica. Nutrición Hospitalaria [España] 2009;24:548-57.