En el Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores (INSAT) nuevamente quedamos impactados ante otra pérdida física. Aunque en estos tiempos de pandemia hemos conocido y lamentado el fallecimiento de reconocidas figuras nacionales e internacionales, políticos, artistas, deportistas y profesionales sanitarios enfrascados en el cumplimiento del deber, la partida de alguien cercano nos conmueve y llena de dolor.
Este 8 de febrero se nos ha ido el químico, investigador y profesor Enrique Ibarra, nuestro Ibarra. Como si esto fuera poco, también fue uno de los fundadores del INSAT hace más de 40 años; el creador y decisivo impulsor de la Revista Cubana de Salud y Trabajo, allá por el año 1999.
Nació en La Habana un 7 de septiembre del año 1948 y tuvo una trayectoria estudiantil satisfactoria hasta graduarse en 1972 en la Escuela de Química de la Universidad de La Habana como Licenciado en esa materia. En el propio año inicia su vida laboral y desde esa época trabajó en la Medicina Ocupacional. En un primer momento trabajó en el laboratorio del Departamento de Medicina del Trabajo del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM), área que posteriormente se incorporó al recién constituido Instituto de Medicina del Trabajo (IMT), actual Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores.
Fue dirigente administrativo y político, Investigador Auxiliar desde 1985 y Titular a partir de 1989, Profesor Auxiliar desde 1990 y luego Consultante y Máster en Salud de los Trabajadores a partir del año 2000. En su prolífera carrera también fue coordinador, miembro del claustro de profesores, del Comité Académico de la Maestría en Salud de los Trabaja-dores, vicepresidente del Consejo Científico y miembro del Consejo de Dirección.
En el año 1999 promovió la creación de la Revista Cubana de Salud y Trabajo que comenzó a circular en el 2000. En esta publicación se desempeñó como miembro del Comité Editorial, secretario Ejecutivo, Editor y Editor Principal hasta la actualidad. De igual manera ejerció como árbitro de otras revistas latinoamericanas. Resulta loable, además, su actividad como editor y coeditor de los sitios web institucional y temático respectivamente, los cuales patrocina el Instituto.
Entre sus múltiples condecoraciones y distinciones recibidas resaltamos la medalla de la Alfabetización (1986), Distinción por la Educación Cubana (1992), Distinción “Manuel Fajardo Rivero” (1997) y Medalla “José Tey” (2008).
Hay que mencionar además que impartió docencia especializada en escenarios nacionales e internacionales. Fue tutor, asesor y miembro de tribunales de tesis de pregrado, residencia y maestría. Se desempeñó como miembro de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología, de la Asociación Médica del Caribe (AMECA) y socio honorífico de la Sociedad Ecuatoriana de Seguridad y Salud en el Trabajo.
Su extensa producción científica sobrepasó las 50 actividades directas de investigación, muchas de ellas asociadas a programas ramales y nacionales; 70 publicaciones –incluyendo 5 libros-; 30 normativas relacionadas con la salud y seguridad en el trabajo y un centenar de actividades docentes. Asimismo, presentó más de 200 ponencias en eventos científicos nacionales e internacionales. Le proporcionó un toque distintivo al diseño de convocatorias a eventos, anuncios y a los programas de todas las actividades científicas celebradas en el Instituto durante mucho tiempo.
Imposible que olvidemos señalar algo destacado y ejemplar que haya hecho; igual de imposible resultará que su ejemplo y recuerdo no permanezcan entre nosotros. Enrique Ibarra nos deja un legado: nuestra Revista, sostenerla y engrandecerla es la única forma de rendirle eterno homenaje.