Hipnosis y Psiconeuroinmunología

Desde finales de los años cuarenta y sobre todo en la década del cincuenta, los partidarios de la medicina psicosomática postularon de manera convincente la estrecha relación existente entre la esfera psíquica (entiéndase todo el engranaje nervioso que sustenta las funciones psicológicas) y el soma.

Así surgieron teorías como la de la psicofísica, según la cual las grandes tensiones emocionales, cuando no pueden ser liberadas por el sistema nervioso de relación, toman vías inadecuadas a través del sistema nervioso autónomo y a partir de ahí alteran funciones esenciales de la vida visceral y somática; pero si esta condición se repite constantemente, y tan alto grado de disfunción rebasa el nivel de permisibilidad de nuestro organismo, y llega entonces a lesionar el órgano de que se trate. Otras teorías como la corticovisceral, influida sobremanera por los conceptos pavlovianos y de Bykov, acerca de la función integradora y reguladora que la corteza cerebral ejerce sobre la información de todo tipo que a ella llega, y sobre la actividad orgánica respectivamente, tratan de explicar el mismo proceso a través de diferentes mecanismos. Ya también desde entonces comienza a presuponerse que bajo situaciones tensionales, el organismo distribuye sus defensas hacia aquellos sectores más necesitados y descuidan otros por razones de emergencias. De esa forma empezó a plantearse reservadamente cómo en una situación emocional compleja, por ejemplo, disminuyen las defensas orgánicas y el bacilo de Koch, antes controlado por la eficacia del sistema inmune, puede ahora operar con más facilidad y generar una tuberculosis; pero desde tal perspectiva apenas se aproximaban al verdadero problema, pues todavía no se conocían a fondo los mecanismos que regulaban o determinaban la manifestación de esos procesos patológicos.

A fines de los cincuenta, y específicamente en los sesenta, comienza a tomarse conciencia de dicho fenómeno y aparecen los primeros estudios acerca del tema, los que desde su inicio contribuyen medularmente al conocimiento de los intercambios comunicativos entre la cognición y la biología.

La psiconeuroinmunología, reconocida preliminarmente con el término de psicoinmunología por George F. Solomon en 1969 y más tarde por su nombre actual, sobre la base de los resultados obtenidos por Ader y Cohen en 1982, ha demostrado que los sistemas neuroendocrino e inmune se mantienen en comunicación constante y recíproca con los procesos cognitivos, así como también que existen esquemas comunicativos y moduladores entre la mente y el cuerpo.

Tal vez experimentos con animales sentaron las bases de que el estrés puede afectar a ambas inmunidades: la celular y la humoral. Así Ramussen, Marsh y Brill comprobaron que ratas expuestas a situaciones estresantes y al estrés propiamente dicho, fueron más propensas a infectarse con el virus del herpes simple. Wiston y Haldeman hallaron que la tensión estresante prolongó los efectos de la retención de autoinjertos en múridos, es decir, una tendencia al rechazo. En 1960 Solomon y Vassey encontraron experimentalmente que un antígeno reducía los anticuerpos como resultado de altas tensiones ejercidas sobre ratas de laboratorio. Interesante hallazgo tuvo lugar en la antigua Unión Soviética, cuando Kowman y Khai(1963) confirmaron que en el cerebro actuaban procesos inmunorreguladores; descubrimiento trascendente, pero que infortunadamente no ejerció el impacto necesario por las condiciones de guerra fría que imperaban en el mundo y el bloqueo mutuo a toda novedad científica por su excesiva valoración ideológica o como consecuencia de la superioridad de un sistema socioeconómico sobre el otro.

Interesantes también son los resultados de Amkrant y Solomon en 1975, quienes estudiaron las 3 fases de la respuesta inmune y llegaron a considerar que las infecciones bacterianas, el cáncer, los procesos alérgicos y las enfermedades autoinmunes constituyen disfunciones del sistema inmune, inducidas por el estrés, y que pueden ser medidas a través del sistema endocrino y pruebas inmunológicas específicas, lo cual fue corroborado posteriormente por Roger (1979), Ader (1981), Schendler (1985), Mello Filho (1975) (1984), Moreno(1983) y Cobian, Ferrera y Paneque et al(2000).

Rossi estableció que importantes cantidades de moléculas mensajeras del sistema nervioso vegetativo, tales como la epinefrina, codifican la memoria, el aprendizaje y el comportamiento dependiente de estado (CDE) en condiciones de emergencia psicológicas y biológicas. Se conoce entonces que mediante dichas moléculas, estos procesos del CDE no sólo pueden provocar enfermedades, si no ser empleados como vías moduladoras de la curación.

El hombre es un laboratorio donde se procesan diversos tipos de información, en el que sobresale la sección nerviosa, dada por el cerebro y sus estructuras corticales y subcorticales, las cuales se encargan de transducir la información mecánica en nerviosa y la nerviosa en moléculas mensajeras del cuerpo, que pueden dirigir el sistema endocrino en la producción de hormonas esteroides, capaces de modificar incluso las estructuras genéticas al contactar con núcleos celulares específicos e incidir en el desarrollo de sus formas y funciones.

En este sentido los neuropéptidos, sustancias que se producen naturalmente y al mismo tiempo moléculas mensajeras constituidas por aminoácidos, pueden ocasionar alteraciones anímicas, placer, dolor u otras manifestaciones, y al mismo tiempo mitigar o bloquear sensaciones dolorosas. Candace Pert hizo referencia a ciertos neuropéptidos producidos por el cerebro y otras estructuras cerebrales, a los que denominó morfinas propias y que se conocen como endorfinas.

También se ha establecido que estos neuropéptidos y sus receptores son correlatos bioquímicos de las emociones, al ser liberados por éstas o determinados estados especiales de funcionamiento mental, que estimulan su liberación y producción en masa para satisfacer necesidades orgánicas vitales. Estas sustancias, que han dado en llamarse endorfinas, betaendorfinas y encefalinas, están presentes junto a otras, no sólo en las estructuras cerebrales, sino en diferentes áreas y sistemas, entre ellas el inmune y el endocrino, así como en todo el cuerpo. Ejemplo de ello es que a través de la acción acupuntural, al punzar puntos específicos, estas endorfinas se liberan en esa misma área u otras asociadas por distancia o contigüidad. Hoy se sabe que los antiguos y actuales sobadores fueron y son digitopuntores empíricos, que al pasar sus manos por el abdomen y las articulaciones estimulan meridianos como estómago, vesícula biliar, y otros, que liberan opioides naturales que hacen la misma función del elixir paregórico en la solución de los trastornos digestivos.

Lo anterior valida que estos neuropéptidos se hallan en diversos sistemas de nuestro organismo.

En hipnosis se emplean comúnmente técnicas afectoimaginéricas, que han permitido reducir exitosamente la carga viral y aumentar los linfocitos CD4 sin fármaco alguno en pacientes seropositivos al VIH (Martínez, 2000). Este autor comenta que un paciente decidió descontinuar su tratamiento medicamentoso por razones de calidad de vida y tras comunicarlo a su especialista, inició una terapia biocognitiva, complementada con mecanismos que se utilizan también en hipnoterapia, a saber: la visualización creativa y la imaginería.

Se sabe que el virus del VIH libera el complejo proteico gp120, que aniquila las células inmunes CD4 al cubrir sus receptores; es entonces cuando el organismo, como mayor complejo defensivo, libera importantes neuropéptidos como los del tipo vasoactivo-intestinales, que acuden a las células CD4 para inactivar a los gp120 y aumentar la protección de los receptores de las células CD4 ó T4, como también se les denomina. En todo este proceso se reconoce que la citoprotección es atribuida a los ADNF (activity dependent neurotrophin factor), que liberan los péptidos vasoactivo-intestinales, cuando cubren los receptores de las células inmunes.

En su libro “Moléculas de emociones” Candance Pert asevera que la liberación de estos péptidos protectores se incrementan en determinados momentos, actos emocionales en los que priman el autoamor, la compasión, la seguridad, la esperanza y todo lo que signifique el aumento de la autoestima; y que, por el contrario, situaciones de autocuestionamiento constante, pensamientos acusatorios, autodio e indefensión reducen la propia protección inmunológica.

Véase aquí que los virus, las bacterias, las toxinas, los medicamentos usan los mismos receptores que los neuropéptidos para entrar a una célula; por tanto, de lo que se trata es que nuestro organismo debe “saber” bloquear tal entrada, lo cual dependerá de que exista una mayor o menor cantidad de péptidos. Si la producción peptídica es abundante, la función protectora aumentará y el virus no podrá penetrar o encontrará obstáculos para ir a los receptores.

¿ De qué se trata entonces?¿ Por qué la Hipnosis puede ayudar?¿Y si lo hace, a través de qué mecanismos?

Pienso que para cada cuestionamiento o pregunta, hay respuesta y fundamentada.

Respuestas:

Se trata de la hipnosis, sí, y debido a las siguientes razones:

  • Retrotrayéndome a la definición que formulo de este proceder, expongo que no solo se trata de un estado especial que incrementa la actividad cortical, neuronal y psicológica, sino que mejora con creces la eficacia de la respuesta somática ante necesidades actuales o determinadas urgencias de nuestro organismo.
  • Se basa para ello en el reconocimiento de que somos un sistema único interconectado, interdependiente y autorregulado, con claras evidencias de mecanismos de retroalimentación para saber cómo marchamos y hacer las correcciones necesarias. El hombre llega a serlo porque al tener una arquitectura biológica, y dentro de ella nerviosa superior, es poseedor de lo que Pavlov denominó SEGUNDO SISTEMA DE SEÑALES o LENGUAJE, con funciones muy distintivas que la convierten en un ser superior en funcionamiento y proyección con referencia al resto de las criaturas vivientes de nuestro globo terráqueo.
  • El lenguaje coloca al ser humano en el mundo de los objetos, de su creación, de su interpretación, de sus conocimientos, de su memorización y de la búsqueda de códigos coherentes y significantes, que permitan hallar símiles-señales para comprenderse aún cuando sean -por peculiaridades específicas- signos diferentes. En ello está presente la abstracción como propiedad esencial.
  • Toda abstracción es búsqueda incesante, que a la vez genera comparación, análisis y síntesis, incluso cuando podamos partir de ellas(particularmente las considero momentos iniciales y secundarios paralelos al proceso abstracto). Este proceso de búsqueda incluye los momentos de satisfacción e insatisfacción, lo cual permite crear sentimientos positivos y negativos.
  • Muchos estudios han abordado el papel de las emociones en la fisiología humana y demostrado la presencia de sustancias, bien en aumento o defecto, al experimentarse diferentes tipos de emociones positivas o negativas; por ejemplo: catecolaminas y endorfinas.
  • Las emociones no sólo se experimentan en aquellos momentos concretos cuando el estímulo externo, como contingencia social-real, actúa sobre nosotros, sino que se producen también ante situaciones de pensamiento, cálculos, imágenes que nos formamos, así como proyección de futuro.
  • Estas imágenes ejercen los mismos efectos que los estímulos reales.
  • El ser humano posee la capacidad de aprender y aprender a regular y modelar sus pensamientos, sus sentimientos y su conducta. Basta con que se lo proponga.
  • En hipnosis se trabaja con la palabra, la que en tanto sustrato material del pensamiento y las imágenes determinará las acciones y reacciones que habrá de tener el organismo. Al trabajar con la palabra se van creando secuencias de pensamiento e imágenes, encargadas de modular a partir de ese momento la conducta interior y exterior. Entiéndase por conducta interior la actividad de todos los sistemas; proceso que no se manifiesta de modo directo, sino mediatizado por los neuromoduladores, que estructuran y disparan la aparición de moléculas mensajeras, las cuales actúan para todo rincón de nuestra arquitectura anatomofuncional. Conducta exterior es la objetivable y observable; es la resultante de los grandes sistemas engranadores de la conducta interior (Cobian, 2002).
  • Todos los neuropéptidos tienen predisposición semántica en su activación y todos los receptores son semánticos por funcionamiento esencial. No importa el tipo de neurotransmisor que se libere, sino que los estados emocionales provocados por los propios contenidos del pensamiento, son capaces de modular ese funcionamiento en respuesta a las necesidades existentes: este proceso, que forma parte de la manifestación no visible del iceberg, es el más importante de éste y puede ser guiado sobre la base de un aprendizaje, una modulación, un entrenamiento.

 

Sabemos que el sistema nervioso tiene memoria y que la reactivación de las huellas (entiéndase información archivada) depende, entre otras cosas, de la intención y el entrenamiento.

Mientras más reforzada esté la información, más se activa, más se tiene a mano, más se usa y eso es justamente lo que aprendemos, lo cual significa que aprendemos a emplearla en función de las necesidades y ello podemos aprenderlo con la hipnosis e imaginería, y entrenarlo luego para que quede en la memoria variada y diversa de nuestro organismo, en la memoria psíquica, en la memoria endocrina, en la memoria inmune, en la memoria celular, en la memoria molecular, en la memoria linfática y en la memoria genética, que también responden a los sofisticados procesos de generación-inducción-modulación semántico-lógica.

Tal vez sin expresar ningún tipo de vínculo alguno con lo semántico-lógico, por su incapacidad de poseer lenguaje humano, podamos ofrecer un indicio de este proceso como ejemplo de funcionalidad asertiva por condicionamiento o formación de una conducta refleja.

Robert Ader administró a ratas un fármaco inmunosupresor con sabor a sacarina. Luego bastaba presentarles cualquier alimento con sacarina sola para que se produjera en estas el efecto inmunosupresor al sabor de esa sustancia condicionante.

Si este comportamiento se logró en ratas y el sistema inmune se activó con la sola presencia de sacarina, que aprendieron a reconocer como parte de un proceso, cómo no va a conseguirlo el hombre, con estructuras más complejas, más ricas y eficaces de aprendizaje.

Desde los tiempos de Pavlov, el condicionamiento ha demostrado su valor y efectividad; y más ahora, cuando debe verse con la perspectiva de un nuevo enfoque: el de los complejos neuronales de información que se transducen y activan, donde las imágenes creativas o la imaginería se convierten en patrones de uso que generan y mantienen toda producción química. Al cambiarse los patrones de pensamiento negativos por positivos, lo hacen también las acciones interiores y se responde a las demandas reales de salud. Justo a través de los procesos imaginéricos, el paciente puede “conversar” con su sistema inmune; activarlo y aprende a identificar sus estructuras o elementos ya conocidos, o especialmente enseñados para su tratamiento; pues al “conversar” le sugiere, guía, explica, modula, impone pautas necesarias y le enseña ante cuál situación debe ser combativo y ante cuál no, cómo debe actuar ante sus estructuras propias y agentes extraños, por qué debe respetar los glóbulos blancos y macrófagos y atacar a las bacterias y virus, así como también que ha corregir sus acciones erróneas. Todo ello lo puede aprender el sistema inmune y lo memoriza y aplica en su actividad defensiva; esto, unido a la capacidad de crear y formar estados emocionales adecuados, donde los sentimientos positivos primen, hacen que el propio sistema inmune “guarde” la acción de los péptidos ante situaciones agradables y positivas e igualmente actúe a través del mecanismo de memoria dependiente de estado, donde la amígdala y el hipocampo desempeñan una importante función, por ser centros de la conducta emocional y de reverberación de la información a través de los centros que sirven de base a complejas asociaciones neuropeptídicas, donde la representación de imágenes de manera guiada, enseñada adecuadamente, puede servir para crear formas de autocuidado altamente efectivas por todos sus efectos fisiológicos, dados por la elevada capacidad de autorregulación y que ha sido comprobada no sólo con el empleo de la hipnosis, sino también con biofeedback, terapias autogénicas, ejercicios yoga, meditación, respiración y otras técnicas, que tienen verdaderos puntos de convergencia con la hipnoterapia, tanto por similitudes de procesos como por resultados.

 «Resumen del libro Hipnosis y sus aplicaciones terapéuticas del Dr. A. Cobian»

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