Por: MSc Olga Lydia Paz Figueroa
Pocas veces en la historia un documento escrito 61 años antes mantiene vigencia en sus principios, como ocurre con la Primera Declaración de La Habana, aprobada con entusiasmo viril por más de un millón de cubanos reunidos en la Plaza de la Revolución el 2 de septiembre de 1960, bajo la conducción de nuestro invicto Comandante en Jefe Fidel Castro.
En ella se expresa con fuerza el ideal latinoamericano, internacional, antimperialista y socialista de la Revolución y el pueblo cubano, quien en uso de las potestades inalienables dimanadas del efectivo ejercicio de la soberanía expresada en el sufragio directo, universal y público, se constituyó en Asamblea General Nacional y en nombre propio y recogiendo el sentir de los pueblos de nuestra América proclamó los derechos de estos.
En esa proclama condenó la “Declaración de San José de Costa Rica”, dictada por el imperialismo norteamericano y atentatoria a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del Continente, condenó enérgicamente la intervención abierta y criminal del gobierno de los Estados Unidos sobre todos los pueblos de la América Latina, reafirmó su fe en que la región marcharía pronto, unida y vencedora, libre de las ataduras que convertían sus economías en riqueza enajenada al imperialismo norteamericano y que le impedían hacer oír su verdadera voz, donde cancilleres domesticados hacían coro infamante al amo despótico, y ratificó su decisión de trabajar por el común destino latinoamericano, que permitiera edificar la solidaridad verdadera, asentada en la libre voluntad de cada uno de ellos y en las aspiraciones conjuntas de todos.
La Declaración de La Habana constituyó con potencia invencible, la voz genuina de los pueblos que se abrieron paso desde sus entrañas, empuñando las armas de su libertad. Esa proclama al mundo tuvo inmediata repercusión en los movimientos progresistas de América Latina, al cuestionar las engañosas fórmulas de la democracia representativa, paradigma que encubría en la región las intenciones de Washington. Fue categórica en torno a la solidaridad mostrada por la Unión Soviética y la República Popular China al esclarecer que esas naciones no perseguían minar la unidad ni penetrar estratégicamente en el hemisferio, por el contrario, ofrecieron ayuda para garantizar la soberanía y seguridad de este territorio amenazado de forma creciente dentro de su entorno geográfico.
Pasados 61 años, en circunstancias adversas, agravadas por la Pandemia, el arreciado bloqueo económico, la guerra no convencional, el pueblo cubano responde ante la América Latina y ante el Mundo: ¡Cuba no fallará!, ¡Cuba salva!, su dilema histórico sigue vigente: ¡Por la autodeterminación, la soberanía de los pueblos hermanos del continente!, ¡Contra la intervención abierta y criminal del imperialismo norteamericano!, ¡Por los deberes y derechos de los pueblos!, ¡Por la Solidaridad Internacional! ¡Por el Socialismo! ¡Por la Vida! ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!