Por: MsC. Olga Lydia Paz Figueroa
Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo, nace el 18 de abril de 1819 en Bayamo. Devino en hijo ilustre de la Patria con dignidad suprema.
El Diez de octubre de 1868 inició la guerra por la independencia de Cuba contra el régimen colonial español imperante, proclamando su determinación de Independencia o Muerte y la libertad de sus esclavos. En el Manifiesto de la Junta Revolucionaria, presentado ese día expresó: “La isla de Cuba no puede estar privada de los derechos que gozan otros pueblos, y no puede consentir que se diga que no sabe más que sufrir.” Proféticas palabras que trascendieron la época.
Tras el revés de Yara, con apenas horas de producirse el alzamiento, ante el desánimo de la tropa, exclamó: ¡Aún quedamos doce hombres, bastan para hacer la independencia de Cuba! El Mayor General del Ejército Libertador estaba decidido a ofrendarlo todo por la independencia.
Al tomar posesión como Primer Presidente de la República de Cuba en Armas, ante iniciativa anexionista, en Manifiesto “Al pueblo de Cuba”, fechado el 7 de febrero de 1870, expresa:
“Al lanzarse Cuba a la arena de la lucha, al romper con brazo denodado la túnica de la monarquía que aprisionaba sus miembros, pensó únicamente en Dios, en los hombres libres y en sus propias fuerzas. Jamás pensó que el extranjero le enviase soldados ni buques de guerra para conquistar su nacionalidad…”
Su clarividencia política se evidencia en carta a José Manuel Mestre, representante diplomático de Cuba en Estados Unidos en julio de 1870, cuando le escribe:
“Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; éste es el secreto de su política…”
El 27 de febrero de 1874, en la Finca San Lorenzo en la Sierra Maestra, cae en combate desigual frente a una columna española. Todo el simbolismo de ese triste momento fue resumido por el coronel del Ejército libertador Manuel Sanguily en poéticas palabras: “Céspedes no podía consentir que a él, encarnación soberana de la sublime rebeldía, le llevaran en triunfo los españoles, preso y amarrado como un delincuente. Aceptó sólo, por breves momentos, el gran combate de su pueblo: hizo frente con su revolver a los enemigos que se le encimaban, y herido de muerte por bala contraria, cayó en un barranco, como un sol de llamas que se hunde en el abismo.”
Hoy los agradecidos rinden merecido tributo al abogado, militar y político que trasciende a la posteridad como El Padre de Patria.