A la memoria de quien primero nos enseñó a pensar

Por MsC. Olga Lydia Paz Figueroa

Este 25 de febrero conmemoramos el Aniversario 168 del fallecimiento del Padre Félix Varela y Morales. Se desempeñó como sacerdote, filósofo, escritor y patriota, lo que le permitió unir ciencia y conciencia, como ninguno en su época.

Comprendió que hay que “…enseñar al hombre desde los primeros años”, que «aprender de memoria es el mayor de los absurdos, pues si falla la memoria falla todo lo estudiado, por ello la constancia en el estudio consolida los conocimientos», y que “la gloria de un maestro es hablar por la boca de sus discípulos”, claves pedagógicas de mucho valor para nuestros tiempos.

Su extensa labor incluye la fundación de la primera Sociedad Filarmónica de La Habana, sus trabajos para la Sociedad Económica de Amigos del País, sus obras de teatro y de filosofía, la fundación de la primera Cátedra de Derecho de América Latina, de la que expresó: «La Cátedra de la libertad y de los derechos humanos, la fuente de las virtudes cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad», legado que recibe el derecho cubano hasta nuestros días.

Desempeñó una labor política meritoria como Diputado ante las Cortes Españolas, representando a Cuba y desde la metrópolis desarrolló una ardua actividad parlamentaria, a fin de mejorar la defensa de los derechos comunes de las provincias de ultramar. Bajo el reinado de Fernando VII, fue condenado a la pena de muerte, junto a otros diputados, por votar en contra de la abolición de la constitución, sentencia de la que logra escapar hacia los Estados Unidos.

Convencido de que la independencia de la metrópolis era la mejor solución para Cuba, desde allí, desarrolló un movimiento independentista, con una intensa labor propagandística en pos de la independencia, funda en Filadelfia el primer periódico independentista “El Habanero”, donde escribió: «Desearía ver a Cuba tan isla en lo político como lo es en la naturaleza, (…) Cuba no debe esperar ya nada de España…ni de nadie, debe liberarse por sí sola (…)»

Durante su vida en el exilio fundó escuelas, edificó iglesias, evangelizó a los más pobres y defendió la fe católica ante el predominio del protestantismo. Sus últimos años de vida sufrieron la pobreza, las enfermedades y la soledad. Fallece en 1853, en la ciudad de San Agustín, en la Florida, el mismo año en que nace el más universal de los cubanos, José Martí. Sus restos descansan en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

En reconocimiento a sus aportes a favor de los valores imperecederos de la cultura nacional y universal fue instituida en Cuba en 1981 la Orden Félix Varela, la más alta distinción que se otorga a cubanos y extranjeros.