Por: MsC. Olga Lydia Paz Figueroa.

Cuando ha trascurrido un año de la desaparición física de la cubana de pura cepa que desde muy joven se integró a  la lucha clandestina, buscada por los órganos represivos, al resultar un combatiente activo contra los auténticos en el poder y la dictadura batistiana, con orgullo vemos multiplicada su actuación y compromiso con el tiempo histórico, al conocer del despliegue de tantas profesionales y técnicos de la salud que se enfrentan al más terrible enemigo actual que arrasa con la vida de millones de seres humanos en el planeta.

Esa joven camagüeyana que con el triunfo revolucionario se convirtió en una fiel integrante del movimiento de mujeres por la unidad y una consagrada luchadora por el bienestar social, quien junto a Vilma Espín fundara la Federación de Mujeres Cubanas, fuera la Directora de la primera  Escuela de campesinas ¨Ana Betancourt¨, la Responsable médico de los Círculos Infantiles y la primera Directora de la revista Mujeres, está presente en cada federada de estos tiempos que se desempeña desde disímiles faenas, todas importantes, para defender la vida de los cubanos y de todos los que en el mundo solicitan la solidaridad de los dignos hijos de este verde caimán.

Su batallar, junto al Comandante en Jefe Fidel Castro, por el desarrollo de la especialidad de Psiquiatría Infanto-juvenil, tras intensa preparación académica, que le permitió desarrollar el despliegue de su obra de dirección educacional y científica, reconocida por los aportes a la Psiquiatría Infanto-juvenil y a la educación cubana, en el país y más allá de las fronteras nacionales como especialista y revolucionaria, haciéndola merecedora de un significativo número de reconocimientos entre los que cuentan sellos medallas y condecoraciones por las organizaciones, instituciones y organismos nacionales e internacionales, trasciende hasta nuestros días y se sobredimensiona en la gigantesca obra de los hombres y mujeres de la ciencia cubana que no descansan en el empeño de encontrar cómo poner fin a la flagrante pandemia que ensombrece la existencia del planeta, y en el reclamo que desde diversos parajes de la geografía se hace, para que los profesionales y técnicos de la salud cubana, miembros de la Brigada Internacional Henry Reeve,  sean merecedores del Premio Nobel de la Paz, entre otros reconocimientos ya recibidos.

Su  fructífera  vida, sus valiosas contribuciones  a la  psiquiatría infanto juvenil, a la pedagogía, a la cultura  y  a la ideología revolucionaria, se expanden. El amor que en ella existió, el amor que hacia ella existe y el amor que siempre existirá hacia su inmortal obra, hacen que en cada uno de los compatriotas cubanos empeñados por salvar a la humanidad, la Dra. Elsa Hilaria Gutiérrez Baró, educadora social, se multiplique en tiempos de Covid-19.