En 1962, meses antes de que nuestro país se viera envuelto en un conflicto en el que el imperialismo amenazaba con desatar una agresión nuclear, llega a Cuba el eminente profesor de Medicina Dr. Enrique Cabrera Cossío el que había decidido, junto a su esposa y sus hijos, darle su ciencia y su vida a Cuba, vanguardia de la revolución latinoamericana.
Estudió la carrera de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó en 1942 con mención honorífica. Realizó estudios de perfeccionamiento en Medicina interna entre 1942 y 1943 y en 1944 trabajó como médico adjunto del Departamento de Electrocardiografía en el Instituto Nacional de Cardiología de México. Dos años después fue promovido a médico investigador y subjefe del mismo departamento, cargos que desempeño hasta 1962.
Luego de realizar otros estudios en Nueva York y París, en 1949 publica su libro “Base electro fisiológica de la Electrocardiografía. Contaba entonces con 30 años de edad.
En 1959 publica su nuevo libro “Teoría y Práctica de la Electrocardiografía”, cuya versión al francés y al italiano son editados ese propio año en Paris y en la ciudad de Padua, Italia.
Si bien como investigador, la obra de Cabrera acredita su excepcional calidad, como profesor exhibe las más altas virtudes. Dotado de verdadera vocación y talento para impartir conocimientos, de una cultura médica amplia y sólida y de una formación humanista de vasto alcance, tenía el don de hacer comprensibles los problemas más complejos. Sus clases y conferencias eran fluidas y claras; preciso y elegante su lenguaje y riguroso el tratamiento de las cuestiones que abordaba. El tiempo se esfumaba insensiblemente durante sus clases. Sembró inquietudes e hizo brotar ignoradas aptitudes. Sus alumnos lo querían, respetaban y admiraban.
Cabrera era dueño de una fina sensibilidad estética que se proyectó especialmente en la música y en la pintura: sus conferencias sobre música solía ilustrarlas al piano, interpretando los pasajes que le interesaba resaltar. Sus ensayos de crítica pictórica entre las que sobresalió el dedicado al muralismo mexicano revelan su dominio del tema y la riqueza de su espíritu.
Desde que la Revolución cubana descendió victoriosa de la Sierra Maestra, Cabrera fue uno de sus más probados, tenaces y consecuentes amigos. Su presencia en Cuba se hace notoria en sus aportes al Ministerio de Salud Pública; en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de La Habana; en hospitales; y en la Sociedad Cubana de Cardiología.
El Dr. Fernández Vila, actual profesor de la Facultad que lleva el nombre del eminente Cardiólogo, en 1963 cursaba el cuarto año como estudiante de Medicina en el recién inaugurado hospital que por entonces se conocía como Hospital Nacional, el encuentro con el profesor Enrique Cabrera –refiere- constituyó un acontecimiento que impactó su formación médica, su vocación científico-investigativa y lo que fue más importante, el sentido humanístico, materialista y revolucionario del ejercicio de la profesión para la que se preparaban los estudiantes de entonces. Le impresionó sobremanera, aquel sabio científico investigador, eficiente profesor, sencillo y fraternal maestro que con gran interés brindaba magnificas clases de cardiología y terminadas éstas, nos acompañaba y compartía en el comedor y posteriormente, en el receso del mediodía, nos invitaba a participar en pequeñas e inolvidables tertulias que amenizaba al piano.
De forma súbita cuando contaba con 45 años de edad, le sorprende una penosa enfermedad lo cual no le impidió continuar al frente de la asistencia y la docencia. El 9 de enero de 1964 en el hospital del Kremlin en Moscú, entonces Unión Soviética, se apagó la vida, en plenitud de madurez.
Jornadas de distinción en la primera decena de marzo de 1964 se dedicaron a enaltecer la memoria de ese gran médico y amigo de Cuba. A ese efecto se programaron actos de homenaje póstumo por el Ministerio de Salud Pública, el Consejo Científico de ese organismo, la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana, el Colegio Médico Nacional, la Sociedad Cubana de Cardiología, la Sociedad Cubano-Mexicana de Intercambio Cultural, la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud.
Sobresale la solemne ceremonia del 9 de marzo en la tarde, luego de las palabras iniciales del Dr. Rodríguez González, se descubrió una tarja de bronce, donde apareció el nombre de Hospital Nacional Dr. Enrique Cabrera, el que a partir de entonces llevaría oficialmente esa institución de salud. “… Aspiramos a que nuestras generaciones lleguen a tener una trayectoria y concepción de la vida como la tenía este amigo de Cuba…”, refirió el Dr. Rodríguez en la develación de la misma. La señora Josefina Bravo de Cabrera, viuda del profesor Cabrera y sus hijos Ana Elena y Javier Cabrera Bravo, participaron en esas jornadas de respeto.
En días posteriores, se continuaron los actos en honor del profesor Enrique Cabrera. En la jornada que se dedicó a honrar su memoria en el hospital “América Arias” se le dio su nombre a la biblioteca de ese centro de salud. En el acto celebrado con igual fin en el Hospital Provincial de Santiago de Cuba, se descubrió una tarja con su nombre en el Departamento de Cardiología.
Veinte años después, en abril de 1984 con la creación de la Facultad, se identifica la misma con el nombre del amigo de la Cuba en Revolución y eminente Profesor de Cardiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana. Como honrosamente se denomina la Facultad, Enrique Cabrera eternamente será ejemplo por su ética, aportes a la ciencia médica y solidaridad con la joven Revolución Cubana. Su conducta fue la expresión misma de su extraordinaria calidad humana.