El año 2020 marcó una disminución (discreta) en la fecundidad cubana, pero aún las adolescentes siguen aportando las cifras más altas, especialmente en el oriente del país, donde algunos territorios reportan incluso crecimiento en sus tasas.
En un detallado artículo de la colega Lisandra Fariñas publicado por el Servicio de noticias de la mujer de Latinoamérica y el Caribe (Semlac), se precisa que el 17 por ciento de las mujeres que parieron en 2020 tenían menos de 20 años. Aunque no todas las estadísticas de 2021 están disponibles, el Ministerio de Salud Pública informó que ese valor subió a 17,9 por ciento.
Según el estudio Tendencias de la fecundidad adolescente en Cuba hasta 2020 (revista Novedades en Población), citado por Semlac, la tasa de nacidos vivos por cada mil mujeres adolescentes es de 123,4, superando la de cualquier otro grupo etario.
Ese fenómeno de crecer más en nacimientos entre muchachas (con menos recursos sicológicos y socioeconómicos para asumir una maternidad), es lo que la Doctora Matilde Molina Cintra, investigadora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem) llama «desarticulación de la fecundidad cubana».
Nuestro país, con una tasa de fecundidad global equivalente a las de Europa y América del Norte, tiene a su vez una tasa específica en adolescentes similar a la de países en desarrollo, en los que apenas hay políticas públicas destinadas a proteger ese grupo (que no es nuestro caso), y poco nivel de escolaridad y de conocimientos sobre Salud Sexual y Reproductiva (SSR).
La tasa cubana está incluso por encima del promedio mundial, alerta la experta. Y muy por encima de lo deseado por la nación (por razones de salud, culturales y económicas) o de lo esperado para una etapa en la que estuvieron cerradas las escuelas, playas, centros culturales y recreativos… sitios donde suelen darse o propiciarse las relaciones sexuales irresponsables.
Al comparar con 2019, Molina Cintra constata que disminuyeron los embarazos, interrupciones y nacimientos en ese grupo etario, pero no suficiente: apenas nueve por ciento menos de embarazos, para una tasa de 123,4 por cada mil adolescentes mujeres.
¿Razones? La colega cita varias hipótesis: con el aislamiento forzado por la pandemia se dieron menos uniones y matrimonios, menos frecuencia de relaciones sexuales, menos iniciaciones sexuales y mayor control de la familia sobre el tiempo de ocio de las chicas y su contacto con personas ajenas al hogar.
Por similares motivos, también bajó la tasa de interrupción de embarazos en 15 por ciento, quedando en 71,9 por cada mil en 2020. Pero ese indicador en números concretos aún supera al total de nacidos vivos de madres en esas edades.
En varios sentidos, Cuba ha sido privilegiada en este bienio de crisis sanitaria. Aunque limitados por causas económicas y organizativas, los servicios de SSR se mantuvieron activos, a diferencia de otros países de la región. Pero igual compartimos desafíos que se reflejan en los datos citados, como interrupción en la cadena de suministros, escasez de anticonceptivos y otros productos de SSR, desvío de equipos y personal hacia tareas prioritarias, y restricciones en movimiento que limitaron o retrasaron el acceso a los servicios para usuarias de lugares más alejados a los núcleos urbanos.
Como en el resto del mundo, influyó también el temor de acudir al médico si no era por una emergencia, para no coincidir con personas aquejadas de la COVID-19.
En 2020 la tasa global de fecundidad (TGF) descendió a 1,52 hijos por mujer (el ideal en Cuba es dos), y la tasa bruta de reproducción (TBR) a 0,74 hijas por mujer, lo cual significa que cada cien mujeres en una generación habrá 74 en la siguiente, y si 18 de ellas se embarazan en una edad poco propicia, como la adolescencia, con todos los riesgos que eso implica, las cifras globales no serán nada halagüeñas.
En 1970, la fecundidad adolescente era de 163 por cada mil. Su valor más bajo fue de 46,5 (en 2006) y se creyó que podría mantenerse bajando, pero a partir de 2011 volvieron a elevarse las tasas y hoy casi triplican aquel punto de inflexión.
Un hallazgo importante del estudio es que la fecundidad adolescente apenas descendió de 52,3 a 51,5 en 2020, pese a la disminución en la tasa de interrupción de embarazos, lo cual no es suficiente para que se produzca un cambio notable, sobre todo, en provincias como Granma, Holguín y Las Tunas, y en Isla de la Juventud, especialmente en las zonas rurales (15 nacimientos más por cada mil en zonas urbanas, sobre todo, de madres menores de 15 años) y hay municipios que descuellan en otras provincias.
La solución, entonces, estará a nivel local, a medida que las comunidades y gobiernos municipales logren verlo como un serio problema de salud a atender, y no solo con recursos, sino con cambios integrales en la vida de sus adolescentes.
Fuente: Consejo Nacional de Sociedades Científicas de la Salud.