Papá en casa: ¿una oportunidad para amar?

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Por MSc. Regla María Hernández Álvarez

La familia se ha convertido, durante estos meses de pandemia, en el escenario común, necesario y expandido en cuanto a tareas, de todos los que con responsabilidad han asumiendo la imprescindible medida de aislamiento físico, dictada por las autoridades sanitarias. Como sistema social resulta necesario el aporte de cada miembro desde los diferentes roles que les corresponden.

En su devenir cotidiano, esta célula básica de la sociedad, se enfrenta a diversas funciones como son la de procurar bienestar económico, afectivo, garantizar la procreación y una supra función que engloba a las anteriores que es la de educar. Aunque todas se articulan de manera conjunta nos gustaría referirnos a la necesidad de esta última y teniendo como centro a la figura paterna.

Controversial resulta hablar del rol paterno cuando aún se escuchan voces que intentan desvirtuarlo y minimizarlo con un “….padre es cualquiera”; con la actitud de proveedor a ultranza, con escasa presencia y vínculo afectivo porque se asume que es lo que corresponde y se espera; o con conductas que procuran la escasa o nula presencia de esta figura por rencores o conflictos no resueltos, donde los únicos no responsables son los hijos y sí los más perjudicados.

Esto último, de manera muy presente en la realidad cubana actual cuando la tasa de divorcios o de separaciones conyugales, es cada vez más creciente y en muchas ocasiones primando maneras inadecuadas para su abordaje.

Estudiosos del tema han llamado la atención acerca de que las prácticas educativas que se adoptan con los hijos no suelen provenir de análisis informados y profesionales, sino de estrategias que muchas veces se han ido transmitiendo de generación en generación (con alguna adaptación a la época), y que, a pesar de que algunas veces se cuestionan estas maneras, en el momento de la acción frente a nuestros hijos, tendemos a hacer lo mismo que hemos aprendido, visto, vivido y criticado.

Todo lo anterior justifica un análisis profundo de la paternidad responsable, cuestión que se aborda de manera prioritaria desde las políticas públicas en nuestro país y que tiene un fuerte basamento desde las Ciencias Sociales, sobre todo.

¿Qué papel juega el padre en la educación de los hijos?

El padre es una figura de mucha importancia en la crianza del niño, porque constituye el complemento perfecto de la madre y no puede ni debe ser sustituido por esta. Su presencia estable en un rol activo en todas las áreas de la vida del niño, constituye a su sano desarrollo y formación de su autoestima y ayuda a satisfacer sus necesidades afectivas y emocionales.

Es determinante en el desarrollo de la identidad personal la presencia de esta figura desde el momento del nacimiento. Al dedicar tiempo de calidad para compartir y educar, el padre se convierte en el primer modelo masculino que tendrá y si esta identificación ocurre apropiadamente, el niño crecerá con un referente que le da patrones de conductas y valores.

El padre, junto con la madre, debe ejercer la disciplina de forma equilibrada, proporcional y coherente,  con firmeza pero con mucho respeto para poder ser asimilada la noción de lo correcto y que sus comportamientos tienen consecuencias. De esta manera se evita surjan estados emocionales que debilitan el vínculo y la salud mental como son el miedo, la angustia, la ansiedad y la depresión que pueden ir moldeando un ser humano inseguro, inestable emocionalmente, intolerante a las frustraciones y con escaso autocontrol.

Aunque se ha hablado de la importancia del vínculo para los hijos, es indiscutible que es una relación de mutuo crecimiento, donde la figura paterna también encuentra enormes beneficios. Es una fuente inagotable de afectos; de posibilidades de realización; de búsqueda de soluciones; de expresión de creatividad, de implicación personal y de aprendizajes.

Todo vínculo que se quiere efectivo y duradero exige de un ingrediente fundamental: el amor; que tiene su expresión genuina de padres a hijos cuando se le muestra confianza y optimismo ante cualquier problema; se siente orgullo por sus logros, exigiéndole de una forma progresiva y de acuerdo a su capacidad; se desdramatiza cualquier inconveniente que se presente en la relación con su hijo y se asumen conductas a tono con la realidad con una visión optimista; se celebran sus éxitos y toleran sus fracasos, siempre animándolos a dar lo mejor de sí, valorando más el esfuerzo que el resultado final y reforzando con un abrazo fuerte que le demuestre en los momentos difíciles que se está presente incondicionalmente.

Ser papá es una gran responsabilidad, asumirla desde la planificación de la concepción es esencial. Durante este período fortalezca los vínculos afectivos con sus hijos. Desterrar patrones culturales que limitan su ejercicio de paternidad constituye una premisa fundamental. Optar por una paternidad involucrada implica “ser parte, formar parte”, en fin, ser papá presente. Las transformaciones en las familias cubanas, así como fenómenos sociales como la migración, inciden en los modos de ser papá. En Cuba, se ha logrado gracias a las campañas de instituciones como el CENESEX, que los hombres rompan con los modelos tradicionales de paternidad, aunque queda mucho por hacer al respecto.

El contexto actual, constituye una oportunidad para deconstruir aquellos imaginarios que limitan el ejercicio de la paternidad responsable. Pasar más tiempo en casa, es también un modo de permanecer más con sus hijos, de retomar la charla que quedó pendiente, o de desarrollar aquella que nunca comenzó, de hacerle saber a sus hijos cuanto los ama, cuánto lloró cuando nación o cuando tuvo un problema, o cuando estuvo enfermo, porque “los hombres sí lloran”. Demuestre hoy que eso de que “madre es una sola y padre es cualquiera” no es cierto, padre es usted, y usted es único.

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