Vivir con adolescentes

La adolescencia de los hijos es para muchos padres una etapa caracterizada por la angustia, donde se hacen menos imprescindibles para sus descendientes y en la que hay que adaptarse a multitud de cambios.

En esta época, para los jóvenes el grupo de amigos es lo más importante. Necesitan independizarse, hacerse con las riendas de su vida, definir sus convicciones y empezar a construir su propio espacio. No obstante, a pesar de que son frecuentes los conflictos con los progenitores, ante las dificultades muchos todavía necesitan refugiarse en la familia. En este artículo se describe cómo es la relación entre padres y adolescentes y se aportan algunas pautas para resolver los conflictos que se producen entre ellos.

Adolescentes y progenitores: límites con respeto

La adolescencia es un momento de separación emocional con todo lo establecido hasta el momento. Y, aunque duro para todos, es necesario para que los jóvenes maduren. Los adultos se topan con el deseo de autonomía de los hijos, y su percepción suele ser que no están todavía preparados para volar solos. Los jóvenes cambian de preferencias y rechazan la intromisión de los adultos que quedan relegados por el círculo de amistades. Los progenitores deben saber que el grupo de amistades es necesario para su crecimiento personal y, por ello, es imprescindible respetarlo.

En esta etapa, además, los adolescentes se enfrentan a nuevas situaciones como es el contacto con el alcohol, el tabaco, las drogas, las relaciones sexuales e, incluso, es el momento de decidir sus intereses académicos y laborales. Por todo, tampoco es un tiempo fácil para ellos. Los especialistas explican que es esencial permitirles espacio y escuchar sus opiniones, pero sin abandonar los límites y la orientación de los adultos, porque son necesarios, ya que les aportan tranquilidad y les facilitan su autonomía. En otras palabras, y aunque a veces cueste de creer, siguen necesitando a los padres.

Por otro lado, adolescencia es equivalente a ansias de libertad, de riesgo, de negación sistemática sobre todo a la autoridad sobre todo de los padres, de sexo, de experimentación… un sinfín de actitudes contra las cuales los progenitores poco pueden hacer en ese momento. Por este motivo, es fundamental llevar los deberes hechos antes de que se vean inmersos en esta etapa, porque a esa edad de poco servirá aleccionarlos. La relación con el adolescente, la confianza, las pautas de comportamiento y de prevención, entre otras, hay que trabajarlas desde la infancia. No obstante, hay que seguir hablando con ellos, aconsejarlos, que sientan que se está a su lado y confiar en ellos y en que sepan escoger de manera adecuada.

Conflictos entre padres y adolescentes: no morir en el intento

Según la Asociación Española de Pediatría, en su ‘Guía práctica para padres’, no hay que desanimarse: hay conflictos que no se pueden evitar en cualquier relación estrecha y, por ello, forman parte de la que existe entre padres e hijos. Además, es en esta etapa vital cuando se incrementa el número de disputas: sea por la ropa, por el incumplimiento de las tareas domésticas, por los horarios, los estudios, los amigos… Sin embargo, aunque estas saquen de quicio a los adultos, no hay perder la esperanza. A medida que el joven crece y se desarrolla, disminuye el número de discusiones.

Establecer buenos puentes de comunicación y saber ponerse en la piel del hijo, comprender sus inquietudes, es fundamental para resolver conflictos. Hay que huir de juzgar al joven y, a menudo, es de gran ayuda evitar el enfrentamiento directo, aplazar algunas discusiones, echar mano de la negociación e involucrar al adolescente en la búsqueda de soluciones.

Desde la ‘Guía para sobrevivir a su adolescente’, de la KidsHealth, señalan también sirve que los progenitores sean selectivos en sus batallas. Tal y como reza el dicho popular “a veces es mejor tener paz, que tener razón”, los especialistas insisten en que tal vez no valga la pena pelearse por el color del pelo o la vestimenta -cosas que en definitiva, suelen ser temporales y, en el fondo, inofensivas- y guardarse las objeciones por aspectos de mayor envergadura como el tabaco, las drogas o el alcohol, entre otros.

Fuente: Eroski Consumer