Se trata de una enfermedad viral, trasmitida por mosquitos distintos al conocido Aedes Aegypti, con un curso parecido al dengue, pero en general más benigno.
¿Qué es el Virus de Oropouche (VORO)?
De acuerdo con un artículo en la revista especializada Virus Research, de un equipo de investigadores de la Segunda Universidad Médica de Shandón, China, su nombre científico es Orthobunyavirus oropoucheense. Se trata de un ARN virus de una sola cadena que cuenta con tres segmentos y tiene una estructura esférica de lípidos; es decir, grasas, que envuelven y protegen su material genético.
Según la misma fuente, el VORO fue aislado por primera vez en Trinidad y Tobago, en una zona conocida como Oropouche, de la que toma su nombre en 1955; por tanto, no es un patógeno nuevo y mucho menos desconocido. En estos casi setenta años se han detectado brotes epidémicos en varios países de Centro y el Sur de América, principalmente en la región amazónica de Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador…
Aunque en siete décadas se han contabilizado cerca de 500 mil casos de la enfermedad, los expertos consideran que la cifra real de infactados debe ser mayor, debido a que muchos enfermos no se diagnostican o se confunde la fiebre de Oropouche con dengue, zika, fiebre amarilla u otras enfermedades virales frecuentes en la región. Lo anterior facilita el surgimiento de nuevos brotes, como el ocurrido en Cuba.
En este momento la región está viviendo un alza de la enfermedad. Según una alerta epidemiológica de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en lo que va de año se han notificado 5193 casos, en cuatro países (Bolivia, Brasil, Colombia y Perú). La mayoría de los cuales (4583) corresponden al gigante sudamericano. Además, en Brasil y Bolivia se han notificado casos en territorios en los que el virus no se considera autóctono, lo que habla de una expansión de la enfermedad a nuevas regiones.
¿Cómo se trasmite?
Según un reporte de la OMS, no existen pruebas de la trasmisión directa, de persona a persona, del virus de Oropouche. Por el contrario, la trasmisión ocurre a través de lo que se conoce como vector competente (el vector, en este caso los mosquitos Culicoides paraensis y Culex quinquefasciatus, poseen la capacidad intrínseca de infectarse con el virus, permitir que se reproduzca en su interior) a un huésped susceptible.
Volviendo al artículo de Virus Research, una particularidad interesante es que el VORO mantiene dos ciclos de trasmisión paralelos: uno selvático y otro urbano. En el primer caso, la enfermedad está trasmitiéndose activamente en las selvas y, aunque no se conocen del todo los reservorios de este virus, existe fuerte evidencia de que algunas aves, ciertas especies de perezosos y monos capuchinos están relacionados con el vector.
Además, se considera que la invasión humana del entorno de estos animales y el cambio climático han favorecido la expansión de la fiebre del VORO entre los humanos. Esto se une al efecto de migraciones extensivas tanto de animales, como de seres humanos, lo que explica su entrada a nuestro país.
En cuanto al ciclo urbano de trasmisión de virus, depende de la presencia de una persona infectada; en el caso de Cuba, probablemente de un individuo que haya visitado algún país en el que la enfermedad es endémica. En la isla existen las condiciones para que la cadena se haya completado; de ahí que haya brote.
Características de la fiebre del virus de Oropouche
Una vez que una persona susceptible a desarrollar la enfermedad es picada por el mosquitos infectado, comienza un período de incubación de 3 a 8 días, antes de que aparezcan los síntomas. Luego inicia el período de estado de la enfermedad que se caracteriza por fiebre, toma de estado general, cefalea (particularmente retroorbital: detrás de los ojos) y dolores en la espalda, musculares y articulares; nauseas, vómitos y fotofobia (molestia al exponerse a luz intensa).
Siempre de acuerdo con el artículo de los investigadores chinos, son menos frecuentes la aparición de un rash, trastornos de la marcha, diarreas, sangramiento nasal, en las encías y la aparición de petequias.
La duración del cuadro suele ser de entre 2 y 7 días. La aparición de complicaciones haría que se extendiera a entre 2 y 4 semanas, durante las cuales es posible que se eleven las enzimas hepáticas como consecuencia de la afectación del hígado y la disminución de las células defensivas. En un grupo de pacientes, por razones no del todo claras, los síntomas pueden reaparecer a un mes del cuadro inicial.
Entre las complicaciones más graves están la inflamación de las meninges (capa de tejido que recubre el cerebro), conocida como meningitis; o encefalitis si la inflamación ocurre en el encéfalo. Sin embargo, ambos cuadros, aunque serios, suelen tener un curso benigno.
En resumen, podríamos decir que el la fiebre por VORO es muy parecida al dengue, solo que con un curso más benigno, sin la presencia de síntomas de alarma. Además, en casi setenta años no se reportan víctimas mortales.
¿Existen tratamientos y vacunas específicas contra el VORO?
Hasta el momento no existe ningún medicamento que combata específicamente este agente. Al igual que sucede con el dengue y otras arbovirosis, el tratamiento es sintomático y está dirigido a disminuir la fiebre, mantener al paciente hidratado y lo más cómodo posible en el período de estado de la enfermedad; es decir, cuando los síntomas son más intensos. Así como al manejo de las complicaciones que puedan presentarse, que —insistimos— suelen tener un curso benigno.
No existe vacuna contra el VORO; pero se llevan a cabo estudios para desarrollarlas teniendo como punto de partida estrategias que incluyen: virus vivos atenuados, virus químicamente inactivos, vectores de ADN vira y subunidades de proteínas del virus.
Algunos de estos candidatos han mostrado resultados prometedores en estudios con animales, de acuerdo con el artículo de Virus Research. Se ha mostrado capacidad inmonogénica; es decir, generar una respuesta del sistema inmune y ser segura. Es posible que en un futuro cercano la humanidad pueda contar con esta herramienta para la prevención de la enfermedad provocada por el virus de Oropouche.
La prevención sigue siendo la mejor arma
Las arbovirosis, como la fiebre por VORO, representan el 17 % de las enfermedades infecciosas del mundo y provocan una mortalidad de 700 mil personas al año de acuerdo con un artículo cubano publicado en 2022. Por fortuna, ninguna de las muertes contabilizadas se ha achacado al VORO.
Las lluvias, las altas temperaturas que favorecen el ciclo del virus en el interior del mosquito, las condiciones económicas que limitan los esfuerzos para el control de focos, configuran una tormenta perfecta para la proliferación de estas enfermedades.
Medidas para evitar la diseminación de focos de mosquitos, de acuerdo con las autoridades sanitarias cubanas:
- Realizar autofocal tanto en la vivienda como en los centros de trabajo cada 7 días. Esto incluye cepillar interior de recipientes de agua (incluidos bebederos de mascotas), voltear y colocar bajo techo los recipientes vacíos.
- Mantener tapados todos los depósitos de agua.
- Permitir la fumigación y mantener las viviendas cerradas 45 minutos después de ser fumigadas.
Lamentablemente estas medidas, aunque vitales, no son suficientes. De manera que deben completarse con el uso de mosquiteros, ropa adecuada para prevenir las picaduras así como el uso de repelentes.
Además, es recomendable visitar al médico ante la presencia de síntomas como los mencionados, especialmente, en el caso de las personas más vulnerables: niños, ancianos, embarazadas, inmunodeprimidos… Si bien no se reportan fallecidos por el VORO, se trata de una enfermedad de la que existe un enorme subregistro y lo mismo que no se diagnostican o se diagnostican mal algunos caso, pueden existir fallecimietos no reportados.
Una enfermedad parecida al dengue con un curso más benigno
La expansión de la fiebre por el virus de Oropouche es una realidad de nuestros tiempos condicionada por la invasión de los hábitats animales, la deforestación, el cambio clímatico, las migraciones… Su llegada a Cuba implica otro reto para el sistema de salud y la población, en especial las de Santiago de Cuba, el único lugar que hasta el momento ha reportado casos.
Se trata de una enfermedad viral, trasmitida por mosquitos distintos al conocido Aedes Aegypti, con un curso muy parecido al dengue, pero en general más benigno y sin que se reporten fallecidos por su causa. No significa que podamos confiarnos; todo lo contrario.