Sedentarismo y propensión a presentar diabetes

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Efecto del ejercicio físico y la obesidad | 06 NOV 17
Sedentarismo y propensión a presentar diabetes


La conducta sedentaria que implica permanecer sentado durante intervalos extensos, puede determinar, en personas que no realizan actividad física, un aumento en la propensión a experimentar diabetes

Autor: Asvold B, Midthjell K, Bauman A y colaboradores Diabetologia 60(5):830-835, May 2017 .
Estudios previos han demostrado los efectos nocivos que el permanecer sentado produce en la glucemia y la resistencia a la glucosa. En este sentido, el análisis de las consecuencias de dicha conducta sedentaria en el organismo es complejo, ya que, en forma frecuente, se encuentra asociada con otros hábitos como la ingesta de alimentos poco saludables y la falta de ejercicio físico.
Si bien se ha determinado una correlación positiva entre el tiempo destinado a ver televisión y el aumento de la propensión a experimentar diabetes tipo 2 (DBT2) (2 h diarias corresponden a un 20% de incremento), al evaluar la totalidad de horas diarias que el individuo permanece sentado por diferentes razones (por trabajo, en el ámbito del hogar o en su vehículo), no es posible establecer dicha correlación.
Por otra parte, se ha postulado que la realización de actividad física puede contrarrestar el incremento de la propensión a experimentar diabetes (DBT) provocado por el aumento en el tiempo en que el individuo permanece sentado. No obstante, se desconoce la magnitud de la influencia de la obesidad y la ausencia de actividad física en la asociación antes mencionada.
El objetivo del presente trabajo fue evaluar la correlación entre el tiempo total que el individuo permanece sentado y su propensión a presentar DBT, así como también el efecto de la obesidad y la falta de ejercicio físico en dicha asociación, observada en el estudio Nord-Trøndelag Health Study (HUNT).
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Se evaluaron los datos de dos estudios HUNT, HUNT2 (1995-1997) y HUNT3 (2006-2008). De manera que, en el estudio HUNT2, la población analizada comprendió a individuos mayores de 20 años (n = 65 229), de los cuales el 43% (n = 28 051) completó el período de análisis (11 años) y su participación en el estudio HUNT3.
Los valores de referencia fueron los determinados en el estudio HUNT2 mediante cuestionarios que avaluaban el nivel de educación, los antecedentes de DBT, el tiempo promedio (< 1, 1 a 2 o ≥ 3 h semanales) destinado a la realización de ejercicios físicos (actividad de alto impacto [compromiso físico que provoca falta de aliento o transpiración] y bajo impacto [ejercicios de baja intensidad]) en el año anterior y el tiempo diario promedio que el participante permanecía sentado.
Asimismo, se registró la altura y el peso y se realizó un examen de glucemia aleatorio de los participantes, lo cual permitió excluir a aquellos que presentaban concentraciones ≥ 11.1 mmol/l (cuadro probable de DBT) del estudio HUNT3. En esta investigación, no participaron personas ≥ 70 años y la presencia de DBT fue determinada de acuerdo con la obtención de valores del examen de glucemia aleatorio ≥ 11.1 mmol/l; en los individuos que presentaban puntajes de riesgo de diabetes (FINDRISC, Finnish diabetes risk score) ≥ 15 (total 26 puntos), de hemoglobina glucosilada (HbA1c) ≥ 48 mmol/mol, de glucemia en ayunas ≥ 7 mmol/l y de glucemia a las 2 h > 11.1 mmol/l (prueba de tolerancia a la glucosa oral).
Por otra parte, se evaluó la correlación entre el tiempo que los participantes permanecían sentados y la incidencia de DBT, respecto de la edad, el sexo, el índice de masa corporal (IMC), la educación y el tiempo semanal destinado a la realización de ejercicio físico de alto (≥ 1 h) y bajo impacto (< 3 h). Asimismo, se estableció el efecto de la actividad física y el IMC en dicha correlación.
En el análisis estadístico se aplicó el modelo de Cox y los hazard ratios (HR). El intervalo de confianza fue del 95% (IC).
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A partir de las observaciones realizadas, se pudo determinar que en el período de estudio transcurrido (11 años), 1253 (4.5%) individuos presentaron DBT (925 durante el transcurso del ensayo clínico y 328 en las estimaciones realizadas en el estudio HUNT3).
Asimismo, y mediante la evaluación de los participantes del mismo sexo y similar nivel cultural y edad, se pudo determinar que permanecer sentado durante un tiempo diario promedio ≥ 8 h se correlacionaba con un aumento del 17% (IC 2, 34) en la propensión a experimentar DBT, respecto de los individuos cuyo tiempo diario promedio era ≤ 4 (la asociación no fue afectada en forma significativa por el sexo del participante).
Es importante destacar que al considerar las variables IMC y tiempo destinado al ejercicio físico en dicha evaluación, de manera de realizar comparaciones entre individuos de condición similar en ambos parámetros, el incremento de la propensión antes mencionado se redujo a un 9% (IC -5, 26); aunque de modo no significativo.
No obstante, fue el IMC el parámetro con mayor efecto en la disminución observada; es decir que el IMC afectó de forma significativa la correlación entre la propensión a experimentar DBT y el tiempo diario promedio que se permanece sentado. Por otra parte, el efecto de la actividad física en dicha asociación dependió de su intensidad.
De esta forma, la propensión a experimentar DBT en personas que realizaban ejercicios de alto impacto, fue independiente del tiempo diario promedio que permanecían sentadas, no encontrándose una asociación. Sin embargo, en individuos que efectuaban actividades físicas de bajo impacto, se observó un aumento en la propensión del 26% (IC 2, 57) y 30% (IC 5, 61) si permanecían sentados un intervalo diario promedio de 5 a 7 h o ≥ 8 h, respectivamente (valor de referencia: individuos cuyo tiempo diario promedio era ≤ 4 h). En contraposición, los diferentes grados de obesidad no incidieron de forma diferencial en la correlación estudiada.
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Se ha demostrado una correlación positiva entre la incidencia de DBT2 y el tiempo de inactividad
De acuerdo con las observaciones realizadas se puede determinar que las personas que realizan ejercicios físicos de baja intensidad de duración inferior a 3 h semanales se encuentran afectadas en forma significativa por las horas que transcurren sentadas, al considerar su propensión a experimentar DBT, de manera que un aumento del 30% en dicha propensión se produce si el individuo permanece sentado un tiempo diario promedio ≥ 5 h. Esta correlación se encuentra afectada por el IMC, el cual determina en forma significativa el aumento observado en los sujetos que permanecen sentados ≥ 8 h diarias.
Es importante destacar que el tamaño de la muestra considerada en conjunto con la duración del estudio y las tasas de respuesta, le otorgó potencia estadística a los resultados obtenidos. Si bien la determinación del tiempo que permanecían sentados los individuos bajo estudio, mediante un cuestionario, pudo afectar la objetividad de la evaluación, no existen en la actualidad otros estudios longitudinales que hayan indagado en la asociación entre la DBT y el tiempo de permanencia sentado.
No obstante, cabe mencionar que se ha demostrado en una investigación de tipo transversal una correlación positiva entre la incidencia de DBT2 y el tiempo de inactividad. Por otra parte, los hábitos alimentarios y la relación recíproca del IMC y la conducta sedentaria, son factores que pueden afectar a los resultados y que no se encuentran controlados en el presente estudio.
En concordancia con los resultados de los autores, ensayos clínicos previos establecieron que, si bien se observa un aumento del 35% de la propensión a experimentar DBT en personas que permanecen sentadas, en forma diaria y por intervalos ≥ 10 h (respecto de aquellas que se encuentran en esta situación durante intervalos < 6 h), dicho incremento se reduce significativamente si se lo evalúa respecto del IMC y la práctica de ejercicios físicos determinados.
Sin embargo, existen antecedentes que establecen que la conducta sedentaria que implica permanecer sentados frente al televisor provoca un mayor efecto en la prevalencia de DBT2. Si bien al restar el efecto de la realización de actividad física y del IMC, la incidencia del tiempo que el individuo permanece sentado en la propensión a experimentar DBT se reduce en forma significativa, dicha conducta sedentaria es potencialmente nociva en aquellos grupos proclives a manifestar DBT (personas con obesidad o sedentarias).
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La conducta sedentaria que implica permanecer sentado durante intervalos prolongados puede determinar, en personas que no realizan actividad física, un aumento en la propensión a experimentar DBT.

Aunque la cantidad de personas diagnosticadas con diabetes sigue en aumento, la buena noticia es que la mayoría de personas con la enfermedad saben que la tienen, muestra un nuevo estudio.
La investigación sugiere que a lo largo de las dos últimas décadas y media, el porcentaje de casos sin diagnosticar se ha reducido de forma significativa.
“Si va al médico, probablemente no tenga que preocuparse por una diabetes sin diagnosticar”, dijo la autora del estudio, Elizabeth Selvin, profesora de epidemiología en la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad de Johns Hopkins.
Selvin explicó que los estimados anteriores sugerían que entre más de una cuarta parte y un 30 por ciento de las personas con diabetes probablemente no estaban enteradas. Pero esos estimados daban por sentado que los médicos solo realizaban una prueba y que no daban seguimiento con una segunda prueba de confirmación, como recomienda la Asociación Americana de la Diabetes (American Diabetes Association).
Pero “encontramos que eso no es congruente con la forma en que la diabetes se diagnostica en la práctica clínica. En la práctica, un hallazgo anómalo se confirma con una segunda prueba para el diagnóstico. Cuando se usan dos pruebas, se está realizando un buen trabajo de detección y diagnóstico de la diabetes”, aseguró Selvin.
De hecho, el método de dos pruebas parece capturar más o menos un 90 por ciento de todos los casos de diabetes, anotaron los investigadores.
Selvin y sus colaboradores usaron datos de las Encuestas nacionales de examen de salud y nutrición realizadas de 1988 a 1994 y de 1999 a 2014.
Las encuestas mostraron que cuando la investigación comenzó en 1988 a 1994, había unos 10 millones de adultos con diabetes y diabetes confirmada sin diagnosticar (es decir, personas que recibieron una sola prueba y no recibieron una prueba de seguimiento). Para el periodo de 1999 a 2014, había 25.5 millones de adultos con diabetes o diabetes sin diagnosticar.
La nueva investigación reveló que la cantidad de casos sin diagnosticar como porcentaje de todos los casos de diabetes se redujo de más de un 16 por ciento a poco menos de un 11 por ciento a lo largo de 26 años.
Las personas que estaban sin diagnosticar eran más propensas a tener sobrepeso o a ser obesas, a tener una edad más avanzada, o a pertenecer a una minoría racial o étnica. También era menos probable que tuvieran un seguro médico o acceso a la atención de la salud, encontró el estudio.
“Lo que debemos averiguar es cómo dirigir los esfuerzos de evaluación y prevención al grupo que en realidad no está diagnosticado. Algunas de las personas que se pasan por alto tienen [unos niveles de azúcar en la sangre] muy altos, y los esfuerzos se deben concentrar en lograr que esa gente vaya a la clínica”, enfatizó Selvin.
Los hallazgos aparecen en la edición del 23 de octubre de la revista Annals of Internal Medicine.
La Dr. Anne Peters es directora del programa clínico de diabetes de la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles. Escribió un editorial que acompañó al estudio.
“Creo que hay menos casos sin diagnosticar de lo que pensábamos, pero todavía queda mucha gente sin diagnosticar”, lamentó Peters.
“Las personas con factores de riesgo deben hacerse las pruebas. Pero la gente le tiene miedo al estigma. Le tiene miedo a la enfermedad. Pero la diabetes no tiene que ser horrible. La gente no debe rendirse. Necesitamos mucha más concienciación pública y mucha más prevención”, señaló.
Y eso no significa que haya que perder 100 libras (45 kilos). “Perder 15 libras (6.8 kilos) puede hacer una gran diferencia. Tan solo caminar 30 minutos al día, cinco días a la semana, es increíblemente beneficioso. Aborde la diabetes paso a paso”, aconsejó Peters.
“Hay muchas formas nuevas de tratar la diabetes. Casi todo ha cambiado en los últimos 30 años. Pero mientras antes se inicie el tratamiento, mejor. Es mejor encarar algunas cosas”, afirmó.
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FUENTES: Elizabeth Selvin, Ph.D., M.P.H., professor, epidemiology, Johns Hopkins University Bloomberg School of Public Health, Baltimore; Anne Peters, M.D., director, clinical diabetes program, Keck School of Medicine, University of Southern California, Los Angeles; Oct. 23, 2017, Annals of Internal Medicine.

Plantillas para evitar la formación de úlceras en los pies de personas diabéticas
De acuerdo a estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) difundidas en 2016, más de 422 millones de adultos en todo el mundo padecen diabetes. Se trata de una enfermedad cuya prevalencia prácticamente se cuadruplicó desde 1980, cuando el número de casos registrados era de 108 millones. En Argentina, una de cada diez personas padece esta afección y se espera un incremento mayor en los próximos años.

Con el tiempo, la diabetes provoca daños en los nervios o los vasos sanguíneos, con la consecuente pérdida de sensibilidad ante cortaduras, ampollas o llagas. En las extremidades inferiores, estas lesiones pueden causar úlceras e infecciones que, en los casos más graves, pueden requerir una amputación. Un tipo común de úlcera es consecuencia de las altas presiones ejercidas en un sector del pie, por eso el monitoreo rutinario es la clave para prevenir su formación.
Para atender esta complicación, dos egresados de la carrera de Ingeniería Biomédica de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC idearon una plantilla capaz de medir la presión que soporta la planta del pie al caminar. Con un diseño flexible y ergonómico, este dispositivo está realizado totalmente con tecnología de impresión en 3D y cuenta con 21 sensores ubicados estratégicamente que ejecutan un control dinámico de la pisada durante el transcurso del día.
Los datos que releva son transmitidos por bluetooth al celular del paciente y son enviados a la nube (servicio de almacenamiento online), donde quedan guardados para que, posteriormente, sean evaluados por un profesional de la salud. Cuando la aplicación móvil identifica una presión anómala o muy elevada, alerta al usuario –con sonido y vibración– para que corrija la posición del pie o revise su calzado.
El novedoso desarrollo se llama “Ebers” y se destaca por la simpleza en su uso. Nicolás Guglielmone, uno de los ingenieros biomédicos que lo diseñaron, explica: “El software muestra la ubicación de los 21 sensores y el profesional de la salud puede acceder con su computadora a un mapa de colores para detectar dónde hay mayor presión. La aplicación está programada para consultar los datos tres veces al día”.
Facundo Noya, el otro integrante del equipo, agrega que los sensores permiten un análisis dinámico y constante de la marcha y la posición plantar del diabético, lo que garantiza un estudio completo y riguroso. “A través de los datos obtenidos con estas plantillas se pueden tener en cuenta, además de las presiones plantares, factores como el instante preciso en que se realiza el sensado de la pisada y el tipo de calzado y cómo está colocado, entre otros detalles de importancia”.
Una de las ventajas de las plantillas Ebers radica en que están pensadas especialmente para pacientes diabéticos, a diferencia de las plantillas sensorizadas que existen en el mercado, idóneas para análisis médicos y deportivos en general y presentadas como una solución para rehabilitación y entrenamiento de todo tipo.
“En el mercado existen plantillas sensorizadas; sin embargo, están ideadas para estudios del deporte de alto rendimiento. Suelen ser muy sofisticadas y sirven para la realización de estudios en un lugar específico, sin analizar la marcha constante del paciente”, comenta Guglielmone.
El primer prototipo de las plantillas Ebers cuenta con una batería colocada a un costado. El próximo paso para mejorar el producto será encapsular esta batería dentro de la misma plantilla, para que resulte más simple y fácil de usar.
“Uno de los principales problemas del paciente diabético es su inconstancia con la enfermedad. Como es una enfermedad que se desarrolla muy lentamente, sin cambios bruscos, se dejan de tomar las medidas adecuadas” explica Guglielmone y agrega: “El próximo avance en el diseño es unir todas las partes de la plantilla, tiene que ser cómoda y muy fácil de usar, de otro modo deja de ser útil”.
Facundo Noya remarca que en el camino de elaboración del prototipo recibieron asesoramiento de una especialista en diabetes. “La profesional nos explicó que el paciente diabético tiene que tener mucha disciplina si quiere sobrellevar la enfermedad. Por lo tanto, mientras más sencillo hagamos el procedimiento, mucho mejor”.
“Por esta razón implementamos un producto en donde el paciente solo tenga que conectar la aplicación y recibir las alertas correspondientes, del resto se ocupa el médico”, completa Guglielmone.
Para la realización de la plantilla, los ingenieros biomédicos recurrieron a la impresión 3D. “Esta tecnología le da flexibilidad al proceso de diseño y elaboración del producto. Además, permite realizar una gran cantidad de pruebas sin que se torne lento a pesar de las dificultades y errores que se presentan en el camino”, cuenta Guglielmone. A su turno, Noya explica: “Con la impresión 3D es más fácil realizar los prototipos y mejorarlos constantemente; en el proceso de producción hay una reducción notable de los costos usando esta tecnología”. noviembre 8/2017

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