Aquel niño, nacido el ocho de noviembre de 1930, en Manzanillo, fue bautizado con el nombre y apellidos de Manuel Fajardo Rivero, pero sus familiares y amistades íntimas le llamaban Piti, apelativo con que llegó a conocerlo el pueblo de Cuba.
Tuvo el honor de crecer y educarse al amparo de la doctora Francisca (Panchita) Rivero Arocha: una mujer de altas virtudes como madre, profesional y revolucionaria.
Nadie mejor que ella pudo caracterizar la vida de su hijo en las etapas de la niñez y la juventud: “La infancia de Piti, dijo a este reportero en una ocasión, transcurrió como la de cualquier otro menor; jugaba bolas, le gustaban las postalitas…
“El deporte le apasionaba, practicó varios, pero se destacó en el voleibol y ello le permitió integrar el equipo de la Universidad de La Habana, mientras estudiaba la carrera de Medicina. También fue excursionista, pues aunque era delgadito tenía las piernas muy fuertes”.
Desde temprana edad el niño manzanillero daba muestra de su inteligencia. A los dos años de edad, la madre lo llevaba a pasear por el parque de la ciudad u otros espacios públicos. Ella le decía que si le apretaba la mano saludara, “entonces, recordó ella, cada vez que pasaba alguien por nuestro lado le apretaba su manito y él decía: buenos días o buenas tardes, según el caso, y aquello hacía que la gente se sorprendiera y él ganara afectos”.
Siempre quiso ser médico y admiraba con pasión a su progenitora, la primera mujer que fue directora de un hospital en Cuba. De ella tomaba los consejos, pero hubo uno que desobedeció, de lo cual Panchita luego se sintió orgullosa.
“Como conocía bien su espíritu, temía que se fuera a meter en litigios políticos; entonces hicimos un pacto, mediante el cual él se comprometió a no meterse en problemas hasta se graduara. Aceptó y me dijo: bueno hacemos el pacto , pero cuando me gradúe: ¿tú me das la
libertad? Le respondí que sí, pero no cumplió porque se enroló en varias manifestaciones estudiantiles”.
Al terminar la carrera, este joven, de 25 años de edad, retorna a su ciudad natal con un prestigio ganado como cirujano al haberse destacado durante sus prácticas en el hospital Calixto García, de la capital, y haber fungido como alumno interno del hospital de emergencia de La Habana.
Comenzó a laborar en la clínica La Caridad, dirigida por el doctor René Vallejo, quien vio en Piti a un buen compañero de profesión y de ideas revolucionarias, por ello lo involucra en actividades clandestinas.
Desde “La Caridad” salen medicamentos y otros recursos para los rebeldes en la Sierra Maestra. Además, allí se atendió a jóvenes heridos en distintas acciones, todo ello hizo que la clínica se convirtiera en un hospital de guerra clandestino, y eso despertó las sospechas de los agentes del régimen de Batista en aquellos lares.
El doctor Vallejo tuvo que irse a las montañas luego de caer prisionero y salvar la vida gracias al pueblo manzanillero que reclamó con insistencia su libertad. Piti también marchó a la serranía.
En marzo de 1958 ambos galenos se presentaron en la Comandancia de La Plata, donde estaba Fidel Castro, el máximo líder del movimiento guerrillero.
Al referirse a la incorporación del joven Fajardo, Carlos Rafael Rodríguez expresó: “Llegó de médico y cuando lo conocí ya era un guerrero más. Curaba y luchaba al mismo tiempo…”
Rápidamente comenzó a destacarse en distintos combates y su disposición y valentía hicieron que el Comandante en Jefe lo nombrara responsable de arsenal de guerra y de contabilidad de los equipos.
Después de la batalla de El Jigüe se formó la columna número 12, nombrada Simón Bolívar, al mando del comandante Eduardo Sardiñas (Lalo) y como segundo jefe se designó a Piti.
A raíz del triunfo de la Revolución y con los grados de capitán regresó a Manzanillo, donde participa en tareas de la Reforma Agraria. Al reestructurarse el Ejército Rebelde fue ascendido a Comandante.
Además, cumplió otras misiones como la de erigir una ciudad escolar en el Caney de Las Mercedes.
En septiembre de 1960, Fidel, conocedor de las virtudes de Piti, lo nombró jefe de operaciones en el Escambray, al mando de las milicias campesinas para combatir a quienes, en alianza con el imperialismo, trataban de derrocar a la joven Revolución en el poder.
La media noche del 29 de noviembre de 1960 fue testigo de la caída en combate de aquel maduro joven de 30 años, quien ofrendó su vida muy cerca del cruce de las carreteras de Trinidad a Cienfuegos con la de Topes de Collantes, en la entonces provincia de Las Villas, al participar en un cerco tendido a un grupo de contrarrevolucionarios.
Siguiendo el pensamiento de Fidel de que “donde cae un héroe nace un pueblo”, se levanta la comunidad que lleva por nombre Manuel Piti Fajardo, de quien el líder histórico de la Revolución en la despedida del duelo expresó: “…te ganaste el cariño eterno de tu pueblo, de la generación presente y de las generaciones venideras”.
Fuente: Adelante – Piti Fajardo: deportista, médico y combatiente