Hace apenas 11 días, la administración estadounidense aprobó una Directiva Presidencial de Política sobre Cuba (PPD-43), documento que fue divulgado por la consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice, y establecía una guía para desarrollar un proceso que debería conducir a la normalización de relaciones.
Según la propia Rice, la Directiva “institucionaliza el progreso alcanzado y guía la política de Estados Unidos hacia Cuba hacia el futuro”, pues, señaló, sería imprudente y contraproducente que el próximo presidente de Estados Unidos diera marcha atrás a las acciones ejecutivas adoptadas en este tema por el actual gobernante.
Repasando de arriba abajo este documento, podemos ver que, además de constituir un esfuerzo por asegurar la continuidad de la política iniciada el 17 de diciembre de 2014, también reconoce, o al menos dice reconocer, por primera vez, la independencia, la soberanía, la legitimidad y autodeterminación de Cuba.
Sin embargo, no todo es color de rosa. Si bien la directiva reconoce principios esenciales sobre los cuales deben desarrollarse los vínculos de cara al futuro, este documento continúa demostrando el carácter injerencista de las sucesivas administraciones estadounidenses, al intentar promover cambios en el ordenamiento político, económico y social de nuestro país.
Que nadie se llame a engaños, la PPD-43 deja en claro que, en lo adelante, se continuarán empleando los viejos instrumentos de la política del pasado, la hostilidad hacia Cuba y las transmisiones ilegales de Radio y TV. Asimismo, refleja claramente la intención de apoyar programas de corte subversivo para promover cambios en el país, sin abandonar las proyecciones injerencistas y su comportamiento habitual de inmiscuirse en los asuntos internos de nuestra Nación.
Como uno de los más graves irrespetos a nuestra soberanía nacional, quedó también registrado en ese documento que Estados Unidos no renunciará al territorio ilegalmente ocupado por la base naval en Guantánamo. Además, utilizan argumentos ridículos como el irrespeto a los derechos humanos en Cuba, obviando, convenientemente, que ellos son los principales violadores de estos, dentro y fuera de sus fronteras.
Pero la Directiva no se queda solamente ahí. Aun cuando en el propio cuerpo del escrito se reconoce que el bloqueo es obsoleto y debe ser levantado; más adelante se señala que este no se suspenderá, a menos que el Presidente determine que un gobierno de transición o elegido democráticamente haya llegado al poder en Cuba. Además, se continúa enfocando a dicha política como un impedimento a la consecución de los intereses estadounidenses en la Isla.
Llegado a este punto, usted podría preguntarse qué pasa entonces con aquellos objetivos declarados de normalizar relaciones entre ambos países. Y es que lo primero que debemos tener presente, es que esta Directiva no hace otra cosa que contraponerse al propósito de las relaciones normales.
¿Por qué? Recordemos simplemente el intercambio de misivas entre los presidentes de Cuba y Estados Unidos, en junio de 2015, cuando fuera el propio Obama quien afirmara que “Estados Unidos está alentado por la intención recíproca de desarrollar relaciones respetuosas y cooperativas entre dos pueblos y gobiernos, congruentes con los propósitos y principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, en particular los relativos a la igualdad soberana de los Estados, la solución de controversias internacionales por medios pacíficos, el respeto por la integridad territorial y la independencia política de los Estados, el respeto por la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, así como la promoción y el fomento del respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos”.
Sin embargo, vemos hoy en 15 páginas se dejan claras las verdaderas intenciones para con Cuba, que en la práctica, distan bastante del respeto por la integridad territorial y la independencia política de los Estados antes promulgado por Estados Unidos.
A pesar de que muchos quieren hacer ver que esta Directiva es un gigantesco paso de avance, e insisten en obviar las medias verdades y los propósitos reales que esta encierra, Cuba mantiene su posición de desarrollar relaciones respetuosas y de cooperación con Estados Unidos, siempre sobre la base de la igualdad, reciprocidad, independencia y soberanía, y por supuesto, sin injerencias de ningún tipo, porque Cuba es nuestra y no vamos a dejar jamás que alguien nos la arrebate.