Los estudios experimentales han demostrado que reducir la duración del sueño o interrumpirlo da como resultado una mayor resistencia a la insulina y niveles más altos de glucosa en plasma. Las revisiones sistemáticas y los metanálisis de estudios prospectivos han encontrado consistentemente que las duraciones de sueño más cortas y más largas están asociadas con un mayor riesgo de diabetes tipo 2 (T2D).
Los estudios observacionales también han demostrado que el insomnio, las siestas durante el día y el cronotipo (preferencia nocturna) están asociados con un mayor riesgo de DT2. Sin embargo, las relaciones causales no están claras a partir de estos datos debido a los posibles sesgos de la confusión residual (p. ej., de la actividad física y la dieta) y la causalidad inversa (p. ej., de la nicturia y el dolor neuropático).
Comprender el impacto de los rasgos del sueño en los niveles glucémicos en la población general podría tener profundas implicaciones de salud pública para la prevención de la diabetes.