En la llamada era del cáncer, la herramienta más efectiva para hacer frente a una de las enfermedades con mayor carga de morbilidad y mortalidad en el mundo— contexto al cual Cuba no escapa— sigue siendo el lograr la detección temprana y oportuna de las lesiones o tumores.
Y no es diferente cuando se trata del cáncer de hígado o hepatocarcinoma, que constituye el tumor primario del hígado más frecuente; y las estadísticas la sitúan entre la tercera y quinta causa de muerte por cáncer en el mundo.
Así lo ratificaron además los participantes a la Convención Hepatocarcinoma 2018, organizada por la Sociedad Cubana de Gastroenterología, el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas (Cimeq) y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, y que sesionó hasta este jueves en el Hotel Nacional.
Para el doctor en Ciencias Julio César Hernández Perera, profesor e investigador titular del Cimeq, una de las claves del éxito está además en la prevención, desde la propia atención primaria de salud.
«Nuestro país ha tenido un cambio en la epidemiología de las enfermedades. Al principio de la Revolución las principales eran las enfermedades infecciosas transmisibles, dentro de ellas estaba la Hepatitis B. La vacunación contra esta última tuvo un impacto muy grande; no todos los países tienen esa posibilidad, solo es un lujo de naciones desarrollados. En el África Subsahariana o el Sudeste Asiático, por ejemplo, constituye la principal causa de cirrosis y de carcinoma hepatocelular. Pero el patrón epidemiológico cambia cuando comienzan a aparecer otras enfermedades que pueden ser prevenibles y que pueden evolucionar hacia la cirrosis hepática», explicó el experto.
En ese sentido mencionó la infección por el virus de la Hepatitis C, que tiene un componente también de evolución histórica. «Es una enfermedad diagnosticada a principios de los años 90, y estamos viviendo la evolución natural de esta al desarrollo de la cirrosis hepática. Hay toda una estrategia de prevención, como por ejemplo el diagnóstico de la Hepatitis C en los donantes de sangre y así cortar la transmisión. Pero hay otras medidas como evitar el consumo excesivo de alcohol, si tenemos en cuenta que es una de las principales causas de cirrosis; evitar la obesidad, las enfermedades metabólicas.
«Una de de las principales causas de enfermedades hepáticas hoy en el mundo, las constituyen aquellas que se conocen dentro del grupo de las enfermedades hepáticas por depósito de grasa no alcohólicas, asociadas al consumo alto de calorías y la llamada comida chatarra. Ello es lo que la población conoce comúnmente como hígado graso, pero que va más allá, hasta desarrollar la esteatohepatitis no alcohólica, es decir el hígado graso con procesos inflamatorios, y que de persistir esta inflamación evoluciona a la cirrosis», dijo el doctor Hernández Perera.
Una vez que ello sucede—dijo— la posibilidad de evolución a un carcinoma hepatocelular está presente. «Entonces, una de las acciones que puede hacer la atención primaria es promover hábitos saludables como el consumo adecuado de nutrientes, evitar la ingesta de bebidas alcohólicas, y otros factores de riesgo como pueden ser el tabaquismo».
De ahí que, a juicio del entrevistado, desde la atención primaria, lo más importante para los profesionales de la salud es conocer su población, y saber cuáles son los pacientes de riesgo, los que consumen bebidas alcohólicas frecuentemente, los obesos, con antecedentes familiares de enfermedad hepática maligna; dispensarizarlos y en ellos personalizar la atención médica.
Uno de los retos que identificó el experto para un mayor abordaje de este problema de salud, es la renovación de las estadísticas. «Los datos evolucionan cómo evolucionan las enfermedades, el conocimiento, y no se pueden estancar en el tiempo. En el caso del hepatocarcinoma es inevitable el sub-registro. Tenemos que mejorar la recogida de los casos, porque la cirrosis es una enfermedad silente en sus etapas iniciales, y muchas veces las diagnosticamos en estadios avanzados o cuando tiene la cirrosis descompensada como consecuencia de un tumor maligno. Sucede además que cuando un paciente fallece como consecuencia de una cirrosis, muchas veces no se ha estudiado, o se ha considerado por esa enfermedad muy avanzada no se le pueden hacer procedimientos diagnósticos, y no se diagnostica el carcinoma hepatocelular en consecuencia, cuando está demostrado internacionalmente que la principal causa de descompensación de la cirrosis hepática es justamente este tumor».
«Por eso nos hemos reunido un grupo de médicos aquí, incluido un grupo de médicos gastroenterólogos especialistas de diferentes provincias, para que sirvan de líderes, que nos ayuden al buen manejo del tratamiento de la cirrosis hepática, y buscar activamente una de las complicaciones que es el carcinoma hepatocelular. Esa es la razón por la cual hay subregistro, que no es algo propio de Cuba, en el mundo sucede lo mismo. La atención primaria es muy útil para la prevención, pero una vez diagnosticada el seguimiento requiere una atención especializada en la atención secundaria y terciaria, donde desempeñan un rol esencial las técnicas imageneológicas, por ejemplo», apuntó.
Un estudio llevado a cabo con 50 pacientes por el Grupo de Trasplante Hepático y de Hepatología del Cimeq, y presentado en el evento por el doctor Alejandro Roque Valdés, evidenció que en la mayoría de los casos el diagnóstico se realizó de manera tardía. La enfermedad fue más frecuente en el sexo masculino, entre los 61 y 70 años. El hepatocarcinoma, en el 76 % de los casos se detectó sobre hígado cirrótico y en un 24 % sobre hígado no cirrótico. El virus C constituyó el principal factor de riesgo, y en orden decreciente, el virus de la hepatitis B, el alcohol, el virus C más alcohol y la esteatohepatitis no alcohólica.
En esta investigación, el tamaño del nódulo detectado, en el 57 % de los pacientes excedía los 5 centímetros, lo cual reafirma la necesidad de centrar los esfuerzos en la detección precoz y oportuna de la enfermedad, comentó el especialista.
De acuerdo con el doctor Hernández Perera, el diagnóstico temprano impacta favorablemente en la evolución y la supervivencia de los enfermos. «Más del 50 % de los casos que hemos visto se diagnosticaron tardíamente. Cuando eso pasa las opciones de tratamiento curativo desaparecen o se reducen».
FUENTE: Periódico Granma