MSc. Regla María Hernández Álvarez
Capítulo de la Sociedad Cubana de Psicología de la Salud
Matanzas
En momentos en que las familias se enfrentan a una realidad nunca antes vivida y que exige quedarse en casa, es lógico que aparezcan pensamientos, emociones y conductas con matices muy diversos, que van desde esas realidades percibidas como muy oscuras y pesimistas, con un “no se puede” antes de intentarlo, hasta la muy necesitada actitud que nos reafirma que podemos salir airosos y fortalecidos de este gran reto.
Lo anterior es esperado, entre muchas razones, porque todo cambio necesita un proceso de ajuste, de adaptación a las nuevas circunstancias y porque son muy diversas las características de ese fenómeno, célula básica de la sociedad, y que por ende me permito referirla en plural.
Las familias, en su devenir cotidiano, se enfrentan a diversas funciones como son la de procurar bienestar económico, garantizar la procreación y una supra función que engloba a las anteriores que es la de educar. Aunque todas se articulan de manera conjunta, nos gustaría referirnos a la necesidad de esta última y teniendo como centro a nuestros niños en casa.
Los niños, en las actuales circunstancias, también se han enfrentado a muchos cambios de manera inesperada y, por sus propias particularidades de desarrollo, necesitan que le brindemos el espacio propicio para su adaptación paulatina. Este proceso ocurrirá de manera más natural y efectiva si la familia garantiza espacios para que aquellas actividades que pueden nutrirlos como seres humanos, de acuerdo a la edad, y que cumplan determinadas exigencias.
Los espacios para el crecimiento no sólo se refieren a lo físico, que en ocasiones está muy limitado, o a una actividad concreta sino, muy especialmente, a las condiciones que la acompañan: comunicación adecuada, clima de cooperación, estados afectivos positivos con buena dosis de humor, creatividad, disposición para tolerar las diferencias individuales. Sin dudas, ello potenciará el encuentro familiar y contribuirá a la formación de cualidades positivas en los niños que se forman como adultos del futuro.
Si pensamos en ese ser humano que soñamos como hombre o mujer de una realidad cercana, debemos recordar el papel del ejemplo para nuestros niños, y tener presente que “un hecho vale más que mil palabras”. Por razón, el llamado es a la responsabilidad y la coherencia de nuestra conducta, tanto en el seno familiar como para con la sociedad.
La invitación es a pensar y sentir que nuestros niños en casa puede ser una fortaleza para nutrir sus valores, y en consecuencia actuar. No hay dudas que al vernos preocupados por la salud de un vecino o colaborando entre todos, se incide sobre la solidaridad y el humanismo; que aplaudiendo al personal de la salud o agradeciendo por un favor, la gratitud se afianza; que al regar las plantas o leer un cuento sobre la naturaleza, el amor por la misma crece; que al vernos cumplir con lo establecido desde el punto de vista sanitario o realizando con puntualidad las labores escolares, crece su responsabilidad.
Está en nuestras manos asumir el reto con la certeza de salir airosos y estar contribuyendo a la formación de un mejor ser humano del presente y para el futuro.
Dejar un comentario