Hace unos meses, cuando un grupo de creadores conocidos como makers, comenzaron a organizarse alrededor del mundo para proveer a los sistemas de salud con materiales de seguridad, Abel, Ariel y Eduardo ya llevaban un tiempo innovando en Cuba con las impresoras 3D. Prótesis para niños, válvulas, viseras, piezas de repuesto a motos eléctricas y maquinaria industrial, esta tecnología se presenta como un antídoto para la obsolescencia programada en un país “bloqueado, sometido a periodos de escasez y con una creatividad casi genética”.