Pocos días luego de su captura, las autoridades españolas, que mantenían bajo estrecha vigilancia a su madre Lucía Íñiguez, le informaron a ésta que su hijo había sido hecho prisionero. A la noticia respondió Lucía: “¡Ese no es mi hijo!”, y al informarle que antes de ser apresado había intentado suicidarse para no caer prisionero, entonces respondió temblorosa, pero convencida: “¡Ah… ese sí es mi hijo!”.
Luego de una ligera recuperación, fue trasladado como prisionero político a España, donde estuvo desterrado hasta 1878, cuando recobró la libertad bajo la amnistía decretada por el general español Arsenio Martínez Campos. Entonces viajó hacia los Estados Unidos, para reunirse con la emigración patriótica.
Por sus méritos en la contienda fue ascendiendo de grado militar, hasta convertirse en jefe del Estado Mayor del General Máximo Gómez, mientras este dirigía la División de Holguín. Fue también sustituto del Generalísimo, quien lo reconoció como estratega por sus actitudes para planificar batallas y provocar derrotas al enemigo.
Tiene García Iñiguez en su haber, protagonizar decenas de combates, entre los que se destacan, Baire, Buey Arriba, La Güira, Guisa, Jiguaní, entre muchos otros desarrollados en la región.
Luego de la gesta de los Diez Años, en 1878, vendrían escaramuzas combativas en las que dignos patriotas como el Titán de Bronce Antonio Maceo y el reconocido León de Holguín, Calixto García, no cejarían en su empeño de seguir luchando contra el colonialismo español que mantenía subyugada a la Isla.
Los criollos entonces sufrían vejámenes y discriminación en su propia tierra y un grupo considerable de estos había decidido alzarse en armas contra el dominio extranjero, representado por la Metrópoli española.
La continuidad de la epopeya emancipadora se retoma a partir del 24 de febrero de 1895 con alzamientos en diversos puntos del territorio, el más mencionado, el Grito de Baire, contribuyen al inicio de la Guerra Necesaria la cual tuvo mayor organización y unidad. En esta ocasión la contienda contó con la fundación del Partido Revolucionario Cubano erigido por el apóstol José Martí, y cual como ente rector aglutinaría todas las fuerzas insurgentes, a los veteranos del 68, y a los pinos nuevos.
Calixto fue designado jefe del Departamento Oriental en abril de 1896, y herido en el combate de Cruz de Piedra siguió incursionando en la zona de Guantánamo. Lugares como Los Moscones, Belleza, La Gloria, Yerba de Guinea, y el fuerte de San Marcos en Loma de Hierro son testigos también de su impronta como incansable guerrero anticolonialista.