Doctora Silvia Tamayo Amador: entre el Trabajo Social y la Psicología Clínica
Por el doctor Jesús Dueñas Becerra
Socio Honorario Scuola Romana Rorschach
Morir no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida
José Martí
La doctora Tamayo (como era conocida en nuestro medio), nació en el seno de una familia humilde. La enseñanza común (primaria y superior) la cursó en un colegio religioso, regentado por las Hermanas Oblatas.
Con 18 años de edad, comenzó los estudios universitarios de Trabajo Social en la Universidad de La Habana, donde se licenció en dicha especialidad. Una vez graduada, laboró como responsable de instituciones infantiles y creches (albergues para niños sin amparo filial o familiar).
Después del triunfo revolucionario, fue jefa de despacho de la ministra Raquel Pérez de Miret, en el entonces Ministerio de Seguridad Social.
Tamayo Amador se doctoró en Psicología en la Universidad Católica de Villanueva, y en 1961, comenzó a trabajar en el Hospital Psiquiátrico de La Habana (Hph), donde —entre otras funciones de carácter asistencial e investigativo— ejerciera la docencia media y superior.
En la relación maestra-discípulo que se establece en el ámbito docente-educativo, los estudiantes de técnico medio en Psicometría y de licenciatura en Psicología pudieron descubrir el conjunto de virtudes (como las denominara el venerable padre Félix Varela y Morales, uno de los padres fundadores de la psicología insular), en que se sustenta la personalidad de un profesional de la martiana ciencia del espíritu.
La doctora Tamayo era experta en psicoterapia, pruebas psicológicas (de inteligencia y proyectivas), así como en Psicodiagnóstico Rorschach, el método de investigación de la personalidad más completo y complejo que se conoce, hasta hoy, en el campo de las neurociencias.
Las últimas tres décadas de su fecunda existencia terrenal las dedicó a la atención a pacientes con toxicomanía alcohólica, y obtuvo excelentes resultados, tanto en la rehabilitación psicosocial a esos pacientes, como en la reinserción socio-familiar al medio de procedencia.
Tuve el inefable placer de conocerla personalmente desde hace más de 45 años, o sea, cuatro años antes de comenzar mi bregar como profesor-asesor de la Vice dirección Docente del Hph, donde me desempeñé, además, como miembro del Consejo Científico y de la Comisión de Publicaciones, así como editor asistente del Boletín de Psicología (1978-1998) y de la Revista de Psicología de la Salud (la cual no pudo ver la luz de la publicidad por falta de presupuesto), y colaborador sistemático de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana desde 1970 hasta la fecha.
El doctor Gilberto Gumá Plá, mi inolvidable maestro de Rorschach, fue quien me la presentó en la Consulta Externa, antiguo Dispensario de Higiene Mental, y por último, Departamento de Tratamientos Especializados (DTE); centro lamentablemente desaparecido como consecuencia de la desidia de un director que tuvo el Hph en una época nefasta para el desarrollo del que fuera mi centro laboral durante más de 30 años.
En ese contexto, nació, creció y se consolidó nuestra amistad, que se mantuvo incólume hasta que su ánima noble y buena fuera a encontrarse con el Espíritu Universal; leitmotiv en la obra poético-literaria y periodística de José Martí: referente ético ineludible, que pautara el ejercicio profesional de la doctora Tamayo hasta su jubilación, motivada —fundamentalmente— por la disfunción visual que padeciera y que limitara su avidez cognoscitiva, pero no su crecimiento humano y espiritual.
Ahora que registro el «baúl de los recuerdos», evoco con sumo placer que durante dos cursos académicos (1975-1976 y 1976-1977) asistí como alumno al posgrado que sobre Trabajo Social Psiquiátrico (su profesión primigenia), impartiera la doctora Tamayo en la entonces Consulta Externa del Hph, donde aprendí los fundamentos conceptuales, teórico-metodológicos y prácticos de esa disciplina de las ciencias sociales y humanísticas.
No por ser menos importante, he dejado para el final de esta crónica necrológica, aquellos vivificantes intercambios con la doctora Tamayo acerca de la eficacia del Psicodiagnóstico Rorschach, tanto en el campo de la psicología clínica y de la salud, como en otras ramas de la ciencia psicológica. Diálogos amenos e instructivos que me alimentaban —¡y de qué forma!— el intelecto y el espíritu, ya que mi interlocutora me develaba los secretos mágicos que le enseñara el P. Dr. Ignacio Lasaga, s.j., en las clases magistrales que impartía sobre ese método de investigación de la personalidad, en aquel centro privado de educación superior, donde cursara la carrera de Psicología, y los que había descubierto —con posterioridad— en la praxis rorscharchiana por espacio de casi medio siglo de ininterrumpido ejercicio profesional en el Hph.
Concluyo con la última conversación telefónica que sostuve con la Dra. Silvia Tamayo Amador, y en la que me reiterara su amor inmenso al Trabajo Social, a la Psicología Clínica y al Psicodiagnóstico Rorschach; disciplinas en las que se encuentra la herencia intelectual y espiritual que, en forma de artículos publicados en la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, así como en la memoria poética de colegas, discípulos y amigos del alma, les deja a las actuales y futuras generaciones de psicólogos que viven, aman, crean y sueñan en el archipiélago cubano.