¿Son egoístas los niños por naturaleza? Para un grupo de investigadores suizos la respuesta es ‘rotundamente no’, al menos, para los que ya han cumplido siete u ocho primaveras. Dirigidos por los profesores Michael Tomasello y Felix Warneken, de la Universidad de Zurich (Suiza), los científicos han elaborado un experimento con escolares de tres a ocho años que demuestra que los pequeños prefieren la igualdad entre ellos.
Nada mejor que uno de los premios más codiciados, deliciosas chucherías variadas, para observar hasta qué punto las nuevas generaciones están dispuestas a repartirse el botín. Esto mismo han pensado Tomasello y Warneken, supervisores del trabajo, a la hora de elaborar la metodología del estudio. Un total de 229 pequeños (127 féminas y 102 varones) se sometieron a tres juegos de rol en los que el niño ganador de cada equipo tenía que elegir entre compartir las golosinas con otro jugador o quedarse el total del premio para sí.
La primera prueba en la que participaron los pequeños evaluaba su ‘comportamiento prosocial’, concepto que los psicólogos utilizan para referirse a todos aquellos actos voluntarios encaminados a beneficiar a otros individuos. En esta primera fase, los ganadores obsequiados con un dulce debían elegir entre restringir el premio a sí mismos o beneficiar a otro niño con otra golosina, sin que el acto de compartir le supusiese una disminución de la cantidad propia. Según observaron los científicos helvéticos, los actos altruistas se sucedieron durante toda la prueba, bien por el beneficio del propio equipo o por equilibrar el resultado con los contrincantes.
Sin embargo, la toma de decisiones se recrudeció en la segunda fase de los juegos, la ‘prueba de la envidia’, tal y como la bautizaron sus mentores. En esta, los niños se enfrentaban al dilema de repartir las golosinas, en proporciones idénticas, una para cada grupo, o beneficiar a los rivales con una unidad más. Aunque puede parecer que los pequeños no cederían una golosina más a los contrincantes, es decir, que eligirían la primera opción, el 50% de ellos eligió la segunda, para equilibrar la balanza e igualar los puntos de ambos equipos.
La ‘prueba del reparto’ arrojó los resultados más significativos para los autores del estudio, ya que en esta tercera fase los vencedores del juego eligieron entre un diplomático uno a uno y un aplastante dos a cero. “Esta técnica implicaba que donar una unidad al adversario implica restarla del propio marcador”, tal y como contempla el estudio.
El 78% de los niños de entre siete y ocho años, optó por la opción más igualitaria (repartir una golosina para cada grupo) en todas las pruebas. Los más golosos, los pequeños de entre tres y cuatro años, mostraron su instinto más individualista en las tres pruebas, ya que sólo un 8,7% optó por repartir las chucherías con sus compañeros. A medio camino, los escolares de entre cinco y seis años, mostraron los resultados más irregulares, al igualar las elecciones más egoístas con las más equitativas.
Diferencias de sexo
Los investigadores de la Universidad de Zurich llegaron a la conclusión de que el mayor desarrollo social del niño se da a partir de los siete años, cuando los instintos egoístas mostrados también por los primates en anteriores experimentos, parecen desviarse en beneficio de la sensación de pertenencia al grupo. Los mayores cambios advertidos por los especialistas se refieren a la imparcialidad, la cooperación y el altruismo como normas generalizadas.
No obstante, el estudio, publicado en la revista ‘Nature’, muestra diferencias de comportamiento entre los pequeños de distinto sexo. Los varones generalmente poseen una conducta más egoísta que las féminas y basan sus decisiones de reparto en el conocimiento del niño beneficiario en mayor medida que las niñas. “Observamos diferencias significativas en el acto de compartir entre la edad y la pertenencia de los niños al mismo ámbito de relación”, contempla el documento, “y éstas aumentaban con los años”. Por esta razón, los datos sugieren que los niños desarrollan su sentido localista al tiempo que se definen como individuos sociales.
Además, el estudio helvético viene a invalidar uno de los presupuestos más comunes a cerca del comportamiento de los niños según el tamaño de la unidad familiar, ya que los hijos únicos resultaron ser un 28% más propensos a compartir los dulces, aunque esta tendencia disminuía con la edad.