La exposición al humo del tabaco antes de la pubertad puede producir cambios metabólicos en sus hijos. Así, los hombres que comenzaron a fumar antes de los 11 años de edad, afortunadamente algo cada vez menos frecuente, tienen una gran probabilidad de que su descendencia, especialmente en los varones, pesen entre 5 y 10 kg más durante la adolescencia que niños de su misma edad cuyos padres no fumaron. El efecto, aunque también presente, es mucho menor en las hijas.
Los autores de la investigación reconocen que aunque se han considerado muchos otros factores, factores genéticos y peso del padre, pero ninguno ha podido explicar el cambio metabólico. De hecho, los padres que comenzaron a fumar antes de los 11 años tendían a tener menor IMC (índice de masa corporal).
Además, el efecto no se observó en los hijos de los hombres que comenzaron a fumar después de los 11 años, lo que sugiere que el período antes del inicio de la pubertad es un particularmente sensible a las exposiciones ambientales. Esto está en consonancia con la hipótesis previa de los autores que vinculaban el consumo de alimentos del antepasado paterno durante este periodo de la vida con las tasa de mortalidad de los nietos.
De generación a generación
De los 9.886 padres que participaron en el estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Bristol, en Gran Bretaña, 5.376 (54%) eran fumadores en algún momento y, de éstos, 166 (3%) declararon que fumaban regularmente antes de los 11 años.
Cuando los investigadores valoraron el IMC de los hijos de aquellos que fumaban a los 13, 15 y 17 años, éstos tuvieron el mayor IMC en comparación con los hijos de los hombres que habían comenzado a fumar más tarde o que nunca habían fumado. En concreto, tenían niveles más altos de grasa corporal, que entre 5 y 10 kg de más entre los 13 y 17 años.
«Este descubrimiento de los efectos transgeneracionales tiene grandes implicaciones para la investigación en el momento actual en el que estamos observando un incremento de la obesidad en todo el mundo, así como para valorar posibles medidas preventivas. Ya no es aceptable estudiar únicamente los factores de estilo de vida en una generación. Probablemente nos estamos perdiendo algo al no tener en cuenta los posibles efectos de las generaciones anteriores», señala Marcus Pembrey, autor del trabajo que se publica en «European Journal of Human Genetics».
Fuente: ABC Salud