El itinerario marcado por Naciones Unidas y suscrito en los Acuerdos del Clima de París en 2015 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y que responden a los 17 criterios verdes, íntimamente interconectados entre sí en la conocida como Agenda 2030, atraviesa un elevado riesgo geopolítico.
Porque, si se atienden escrupulosamente a los estudios y recomendaciones de la comunidad científica internacional, el combate contra la catástrofe climática es la principal de las amenazas globales que asolan a la humanidad en su conjunto. Ningún otro peligro debería tener tanta trascendencia como el calentamiento del planeta, que conduciría inexorablemente a la extinción de gran parte de las especies; también de la humana.
De hecho, las hojas de ruta revelan que la indecisión de los gobiernos y de las empresas —aunque también una cierta desidia social— no transitan ni a la velocidad ni en la dirección adecuadas.
Así lo constata Victoria Barron, jefa de la oficina de Sostenibilidad (CSO) del brazo inversor del banco británico Gulf International Bank (GIB) y copresidenta de Ascor, firma de inversión y de gestión de datos que dice buscar la alineación entre las acciones climáticas y los bonos soberanos para conciliar los intereses y los instrumentos para alcanzar las emisiones netas cero de CO2 en todo el planeta en el ecuador del siglo.
Barron y su equipo de Ascor delatan los escasos avances en el combate contra el clima. Y lo hace señalando especialmente con el dedo a las potencias industrializadas.
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