“…nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte!”, diría Fidel, el 5 de marzo de 1960, cuando el dolor llenaba las almas cubanas, debido al sabotaje que reventó al vapor francés La Coubre en el Puerto de La Habana, que dejó más de 100 muertos y dos centenares de heridos. La consternación y la rabia dieron paso a la firmeza y el desafío.
Tres meses después, el 7 de junio, el Comandante en Jefe le agregaría el contundente ¡Venceremos!. En el Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores de Barberías y Peluquerías, completaría la frase que ha sido esencia desde entonces de la posición irreductible de la Revolución Cubana y de su infinita fe en la victoria; en esta ocasión decía: “¡Esta trinchera se mantendrá firme e invencible! Porque los que estamos en ella, los que tenemos el privilegio de estar en esa trinchera, no la perderemos; los que tenemos el privilegio de jugar este rol que Cuba está jugando en la historia de este continente sabremos estar a la altura de las circunstancias, con la seguridad de que venceremos, vencerá nuestro pueblo. ¡Cueste lo que cueste, vencerá nuestro pueblo! Porque sus hijos están decididos a defenderlo, porque sus hijos tienen el valor, el patriotismo y la unión que en una hora como esta se necesita, porque sus hijos han dicho: ¡Patria o Muerte! Y han dicho ¡Patria o Muerte!, porque esa es la consigna de cada cubano. Para cada uno de nosotros, individualmente, la consigna es: ¡Patria o Muerte!, pero para el pueblo, que a la larga saldrá victorioso, la consigna es: ¡Venceremos!
Sesenta y un años después, ese grito profundo de una nación por su derecho a la vida, frente a la amenaza imperial de aniquilarlo, sigue siendo la certeza que guía nuestros pasos: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
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