Emile o Excalibur

Por: Dr. Joaquín García Salabarría

Hace pocas horas, la Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó que el miedo se ha expandido con más velocidad que la epidemia de Ebola. Entonces uno comienza a preguntarse por qué es posible esto.
Cuando se accede al copioso material que hoy llena el espacio informativo, lo relativo a esta epidemia ocupa un primerísimo lugar, solo comparable a los acontecimientos relacionados con el llamado “Estado Islámico”, lo que nos lleva otra vez a la pregunta inicial, por qué.

Hoy el mundo se horroriza con la cifra de los 3, 857 fallecidos, en tanto lleva años contemplando pasivamente como el paludismo produce 300 millones de casos nuevos al año y 1 millón de muertes, el 90% de ellas en África.

A través de internet, todo el mundo conoció a Excalibur (la mascota sacrificada de la enfermera española) y su tragedia, pero muy pocos conocen a Emile, el niño de dos años que falleció el 6 de diciembre de 2013 en Guinea y que se considera su caso índice.

Visto así, la pregunta comienza a tener su respuesta. La epidemia de Ebola amenaza a los países ricos.

A lo largo de los años, los países antes colonialistas y hoy neocolonialistas, han desarrollado sus mecanismos de protección ante las enfermedades existentes en sus antiguas colonias, hoy neocolonias, que dificultaban la explotación de sus riquezas y amenazaban la salud de los habitantes de las metrópolis. Muchos de estos mecanismos han pasado a la historia como gestos “humanitarios y altruistas”.

Uno de ellos es el conocido “Código Sanitarios Panamericano” que se estableció en Las Américas en el primer cuarto del siglo XX.

¿Qué había sucedido en nuestra región? Tal y como había temido Martí, con la pérdida de la independencia de Cuba, los Estados Unidos de América habían caído “como una fuerza más sobre nuestros pueblos de América” y la situación sanitaria existente limitaba su capacidad de aprovechar en toda su dimensión esta oportunidad.

La construcción del Canal de Panamá es un buen ejemplo de ello. Sus trabajos iniciales fueron detenidos por los miles de fallecidos que provocó la fiebre amarilla y no pudieron ser reanudados hasta que no fue controlada aplicando los conocimientos aportados por el sabio cubano Carlos J. Finlay. Casualmente las obras las inició una compañía francesa y las terminó una norteamericana.

De igual forma cuando uno estudia el origen de la llamada Medicina Tropical se encuentra que su impulso inicial y desarrollo viene de las antiguas metrópolis que crearon centros de investigación y desarrollaron importantes medidas preventivas locales para proteger a sus ciudadanos que irremediablemente, por el tipo de explotación colonial, tenían que permanecer en esos territorios.

Concluido el colonialismo, y existiendo una  nueva forma de explotación “a distancia”, se perdió el interés por la Medicina Tropical.

Sin embargo, el final del siglo XX, le trajo a la humanidad un proceso de globalización que significó importantes cambios en la dinámica de la vida misma, entre ellos el llamado fenómeno de la “aldea mundial” como consecuencia del desarrollo de las comunicaciones y el aumento del movimiento de personas por todo el planeta.

Desde el punto de vista sanitario este fenómeno, que fue favorable para el comercio y el turismo, se convirtió en una amenaza.

El primer toque de alarma ocurrió en el año 2003 cuando aparece el SARS en China y se moviliza toda la comunidad científica y los organismos internacionales, felizmente, la sangre no llegó al río.

La respuesta más inmediata de los países ricos a esta nueva situación, fue promover la creación de un Reglamento Sanitario Internacional que en lo fundamental establece un grupo de compromisos para los países de forma tal que garanticen que sus problemas sanitarios no serán exportados y de hecho, los pobres  se conviertan en guardianes de las fronteras de los países ricos.

En la 60 Asamblea Mundial de la Salud celebrada en Ginebra, se cerró el ciclo de confección y puesta en vigor por los países miembros de su respectivo Reglamento Sanitario. En aquel momento la delegación cubana planteó en su intervención en el plenario tres ideas medulares:

  • Que en el mundo no habría seguridad sanitaria mientras existieran países que por su pobreza constituyeran reservorios y caldos de cultivo para múltiples enfermedades.
  • Que en el mundo no habría seguridad sanitaria mientras los países pobres no tuvieran una capacidad sanitaria para proteger y atender la salud de sus pueblos.
  • Que en el mundo no habría seguridad sanitaria si no se ponía fin a la destrucción del medio ambiente.

Han pasado varios años y nuestro pronóstico se ha confirmado. Desde entonces los países ricos continúan sin cumplir sus compromisos de aporte al desarrollo de los pobres, las guerras devastan el planeta y el medio ambiente cada día se deteriora más.

En tanto la compañía Lakeland Industrias, productora de los trajes para atender los casos de Ebola crece casi un 100% en la bolsa de Wall Street  y junto a ella Tekmira y MAP, esta última encargada de producir el “suero milagroso”.

A diferencia de ello Cuba, al igual que en décadas pasadas envió a sus mejores hijos a luchar por la independencia en África, hoy los envía en ayuda de su salud y su vida.

Ojalá esta amenaza pueda ser conjurada, aunque no nos asombremos si al final no va más allá de un gigantesco show mediático para distraer la atención de los graves problemas del mundo que el capitalismo es incapaz de resolver o para reforzar la presencia norteamericana en el Golfo de Guinea.