Por: Michel González Rodríguez
Parece que fue ayer cuando la doctora Yudith Peña González partió a cumplir misión internacionalista en la República Bolivariana de Venezuela. Quedaban atrás la familia, el amor y los amigos, y comenzaba una nueva etapa en la que debería enfrentar el reto de vivir en un país desconocido, con características sociales diferentes al nuestro y llevar la atención médica a aquellos que no la tenían porque su economía no se lo permitía.
Desde aquel día ha pasado más de año y medio, ya de vuelta en Cuba, con la misión cumplida y nuevos sueños y retos por delante nos cuenta cómo ha transcurrido este tiempo y que recuerdos guardará para siempre.
¿Cómo recuerdas los últimos días en Cuba y la llegada por primera vez a Venezuela?
“En Cuba fueron días agitados, donde un miedo enorme me invadía ya que iba hacia lo desconocido. Al llegar a Venezuela tuve una sensación extraña que no sé explicar, miraba a mi alrededor y decía: Dios mío, ¿donde estoy? Además me impresionó la llegada a Caracas al ver esos cerros todo alumbrados, era algo totalmente desconocido y se veía muy hermoso. Al llegar al aeropuerto y bajar del avión nos esperaban guardias armados, sentí mucho miedo, nunca había visto armas tan cerca. Realmente una experiencia única.”
¿Qué nos puedes contar de los lugares donde trabajaste y como describirías a su gente?
“Fueron varios los lugares donde trabajé y en cada uno viví experiencias nuevas, conocí gente nueva, lugares de pobreza extrema, gente muy humilde. Recuerdo una comunidad indígena a la que fui a dar consulta, estos vivían en casas ubicadas de forma circular, hechas por el gobierno bolivariano y tenían un dialecto extraño, estaban representados por un cacique y él nos facilitó la comunicación con los indígenas para poder consultarlos e identificar de que padecían. Los pudimos identificar por las partidas de nacimiento, las cuales guardaba el cacique, y algo gracioso, casi todos tenían sus apellidos. Estas personas eran extrañas, me parecía estar viviendo en la época de los indígenas que había estudiado en la escuela, vestían sayas de colores, collares y ropas hechas por ellos mismos. Sus niños estaban flacos, desnutridos, los partos los hacían en la misma aldea a orillas del río y cortaban el cordón umbilical con un cuchillo, y cuando los remitían al hospital se escapaban. Un día se llevaron un niño equivocado.”
Imagino que la situación de salud sea muy diferente a la que estabas acostumbrada en Cuba. ¿A qué te enfrentaste con mayor frecuencia?
“Sí, es diferente, y lo que más vi fue personas baleadas, jóvenes principalmente y drogadictos.”
¿Cuáles fueron tus peores experiencias como médico?
“Tener que atender drogadictos, malandros, gente de mala conducta. Recuerdo un domingo, mi primera guardia médica de 24 horas en Venezuela, llegó un herido de bala en la cabeza, nunca había visto algo así, estaba muy asustada… le dimos los primeros auxilios y yo tuve que salir con la camilla hasta el carro donde lo trasladarían y decirle a los familiares que seguía con vida. Esa noche ninguno descansó solo pensando en lo sucedido y lo que podía pasarnos. Otro día estaba suturando a un malandro y mis manos temblaban y me dijo: doctora, ¿usted me tiene miedo? y ahí me quise morir, se me aflojaron las piernas y suspiré y le dije no a ti, si no a los que vienen detrás de ti, y sonrió.”
¿Cómo reaccionaba la gente al recibir atención médica gratuita? ¿Te sentías valorada?
“Había personas agradecidas, chavistas que estaban con el proceso revolucionario y le estaban muy agradecidos a Chávez y Fidel por lo que hacían por los pobres, ellos eran agradecidos y ahí me sentía valorada, pero existían otros que estaban en contra de la revolución y sin embargo se atendían en nuestro centro, estos protestaban y decían que nosotros debíamos atenderlos obligatoriamente porque para eso estábamos allí, nos trataban mal y no nos valoraban.”
Lógicamente lo más difícil es la nostalgia. ¿Cuánto se extraña a Cuba y a la familia?
“Sí, la nostalgia nos invade a todos y más a mí que soy un poco mimada por mis padres, esos días donde uno se siente solo y no tienes el cariño de una madre o un padre con quien hablar, que te de un consejo, alguien que te consienta y te cuide si estás enfermo, hubo días de llanto buscando la adaptación que nunca logré completamente.”
¿Qué recuerdos nunca podrás borrar de esta experiencia?
“Los recuerdos son muchos, tanto buenos como malos, pero creo que los momentos de tensión y miedo nunca los olvidaré.”
Y ahora, ¿extrañas Venezuela y a los amigos que dejaste allá?
“Sí, extraño y no saben cuánto, nunca pensé sentir algo así, fueron muchas las amistades tanto cubanas como venezolanas que me brindaron su apoyo en los momentos más difíciles. Formamos una linda amistad y espero que sea para siempre.”
Ya de vuelta al trabajo en Cuba, ¿qué nuevas metas te has marcado?
“Las metas son muchas, primeramente seguir superándome profesionalmente, ser mejor persona, brindar lo mejor de mí y que mis pacientes se sientan agradecidos y satisfechos de mi trabajo.”
Por último, ¿qué les recomendarías a otros compañeros que salen por primera vez a cumplir misión fuera de Cuba?
“Les recomiendo que piensen bien en la decisión que están tomando, es algo que no se debe tomar a la ligera porque una vez que estás allá no hay marcha atrás, pero si piensan que es la decisión correcta sepan poner en alto el nombre de la misión médica cubana brindando lo mejor de sí. Que siempre sean ellos, no cambien humildad por dinero. Que se cuiden mucho y que sepan tomar lo bueno de estas nuevas experiencias.”
Al conversar con esta joven doctora es imposible dejar de observarla, es bella por fuera y por dentro, y su sonrisa invita a sonreír con ella. Agradezco su tiempo para esta entrevista y reproduzco las palabras de despedida que dejara en Facebook antes de partir hacia Cuba:
Amigos, fueron largos 18 meses los que pasé aquí, nunca pensé que me sentiría triste al abandonar este país, he vivido experiencias maravillosas las cuales nunca olvidaré, creo que esto le hacía falta a mi vida. Pienso que ahora soy mejor persona, mejor mujer, más madura y decidida. Gracias mis amigos, aquellos que fueron participe de estos momentos que jamás olvidaré y siempre recordaré con mucho amor y cariño. Besos