«Si queremos ver lo que hay ante nosotros, debemos mirar para atrás». Así dijo en una ocasión Albert Szent György, fisiólogo húngaro galardonado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1937. Y es que la historia de la medicina, así como la historia de la propia humanidad, se pierde en los albores de la prehistoria. Todo lo que hemos logrado hasta hoy, parte de lo antes logrado, durante un largo y nada fácil camino de lucha contra la enfermedad y las lesiones.
En ese largo camino, muchas veces desde el anonimato, la historia de la humanidad se funde con la historia de sus invenciones y descubrimientos, pues el individuo fue creando sus medios de supervivencia a partir de todo cuanto adolecía.
Esa misma historia, también está llena de nombres, a veces simples mortales, a veces deidades mitológicas de las cuales el hombre aprendió el arte de curar. Esos nombres han venido cobrando cada vez más, condición humana, y llenan hoy así las páginas de nuestros libros de medicina, los responsables del enorme legado que nos ha permitido estar donde estamos en materia de salud.
Sirva este espacio para reconocer ese legado, porque como dijera nuestro Apostol José Martí, «Honrar, honra».