Frank País García

Ello implicaba revitalizar el accionar clandestino y articular sus acciones con la proyección de dos frentes claves: el Frente Obrero Nacional, encargado de desplegar una amplia movilización entre los trabajadores que se sumarían a la huelga general revolucionaria en el momento preciso —objetivo final en el propósito de derrocar el régimen—; y el Movimiento de Resistencia Cívica, encargado de aglutinar a amplios sectores profesionales, de clase media urbana y de la gran masa de la población con una dirigencia integrada por sus representantes más progresistas bajo el mando del Movimiento 26 de Julio.

“Nuestra misión es incorporar nombres, figuras, organizaciones, etcétera, a nuestra disciplina y no desdoblar o confiar a manos «extrañas» por amigas que parezcan o nos digan”, instruyó el 4 de mayo desde la cárcel a Arturo Duque de Estrada (Álvarez, 2008: 23).

Una semana después de su salida de prisión, el 17 de mayo de 1957, escribió una circular programática en la que llamó a la “verdadera unidad ideológica” dentro del Movimiento en torno a principios esenciales:

“No solo aspiramos a derrotar una dictadura que mancha nuestra historia de pueblo amante de la libertad, no solo aspiramos a poner fin a la bancarrota económica, no solo aspiramos a administrar y vivir honradamente, no solo aspiramos a devolver la libertad y la seguridad al pueblo de Cuba, aspiramos, y esto debe estar bien claro en todos los militantes del Movimiento 26 de Julio, a encauzar a Cuba dentro de las corrientes políticas, económicas y sociales de nuestro siglo, aspiramos a conmover profundamente todos los sectores del país, aspiramos a crear planes revolucionarios que pongan a todos esos sectores a trabajar en beneficio de la Patria Nueva, aspiramos a remover, derribar, destruir el sistema colonialista que aún impera […] implantar de acuerdo con las particularidades de nuestra idiosincrasia las modernas corrientes filosóficas que imperan actualmente en el mundo, aspiramos a no poner parches para salir del paso, sino a planear concienzuda y razonablemente la construcción de la Patria Nueva” (Álvarez, 2008: 27).

No es un fanático el que estaba cuestionando el régimen capitalista y abogó por profundos cambios estructurales, en correspondencia con la línea trazada por Fidel en “La historia me absolverá”, con fundamentos económicos y sociales de orientación marxista en el camino progresivo a la construcción del socialismo, es un hombre que sufre y traga buches de sangre cada día frente a las atrocidades del régimen.

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