Fallece el eminente cirujano cardiovascular cubano Julio Taín, nacido en 1930 y uno de los fundadores del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular. Profesor titular, respetado en Cuba y otros países, Taín murió este 4 de mayo y por voluntad propia fue cremado.
Una entrevista que aparece en el libro A corazón abierto, de Paquita Armas Fonseca, actualmente en proceso editorial, el Profesor Julio Taín cuenta parte de su historia:
Para muchos historiadores, el antiguo ingenio Álava, hoy central México, en el municipio de Colón, Matanzas, es un reservorio de pistas sobre las rutas del esclavo. Edificado en 1846, contó con un barracón en 1850 y se dice que es el único exponente de su tipo que se conserva en el país.
Es uno de los sitios históricos no declarados en Matanzas, pero “de alta significación para la provincia por la presencia negra en la zona” afirma la investigadora María Laura Martín Rodríguez.
Los fanáticos del béisbol, entretanto, ven al Álava como el lugar de origen de una de las mejores segundas base de Cuba, Antonio Nemesio Taylor, el estelar Tony Taylor que jugó con el equipo Almendares y luego en varios conjuntos de Grandes Ligas, donde llegó a batear 2 000 hits.
Si esos dos hechos le confieren importancia al Álava, hay otro que sin ser tan famoso reviste singular relevancia para múltiples familias: son decenas los hombres y las mujeres que le deben la vida al Dr. Julio Taín, que llegó a este planeta el 20 de diciembre de 1930 en ese terruño matancero.
Con orgullo, este casi octogenario que ha acariciado con sus manos decenas de corazones, habla del lugar de su nacimiento. Álava está en sus recuerdos junto a otros sueños que arrulló desde niño.
El por qué se quiso dedicar a la medicina está relacionado con una temprana decisión personal. “Mi mamá era analfabeta y mi papá no podía influir mucho tampoco, era español y me decía que estudiara pero no puedo decir que influyera. Un hermano mío era ingeniero. Me gustó la medicina desde muchacho. En mi casa no hay nadie médico, no tengo ningún pariente”.
Para cumplir tal propósito tuvo que estudiar en La Habana. En Matanzas se hizo bachiller en Ciencias, agrimensor y tasador de tierra.
Y ya en el camino de convertirse en médico tenía una convicción: “Quería ser cirujano. Ahí sí estaba definido, pero en incorporarme a la cirugía cardiovascular influyó Noel González. Yo estaba trabajando con él haciendo cirugía general y realmente no quería hacer la cardiovascular, pero Noel tanto insistió que me convenció”.
Los doctores Taín, Noel y Felipe Rodiles integran el reducido grupo de médicos iniciadores de la cirugía cardiovascular en Cuba.
“Todos los estudios de Medicina los hice en La Habana, trabajé en el hospital Calixto García y el Joaquín Albarrán como residente de cirugía; también en el Fajardo y el Pedro Borrás, donde realicé cirugía infantil. “Hacía cirugía general y muy poco de cardiovascular”, cuenta el actual Doctor en Ciencias y profesor consultante.
Cuando se fundó el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, Julio Taín formó parte del grupo iniciador. Su desempeño al frente del Departamento de Cirugía desde el año 1982 hasta el 2003 fue determinante en la creación de una ejemplar escuela de cirugía cardiovascular, como afirman con orgullo las nuevas generaciones de cirujanos cardiovasculares.
En su larga historia profesional recibió cursos en el Instituto Karolinska, de Estocolmo, Suecia, con el profesor Vibin O Bjork, en el Instituto clínico experimental IKEM Praga con el investigador Libor Heijhal y también en Alemania, en la ex Unión Soviética, en Argentina y en Brasil.
Miembro de la Sociedad Interamericana de Cardiología, fue designado integrante de honor de la Sociedad Mexicana de Cirugía Cardiovascular. Es profesor titular desde 1990, mereció la medalla Manuel Fajardo y la de cardiólogo distinguido de Centroamérica y del Caribe. Tiene múltiples reconocimientos más y ha impartido más de 40 cursos y participado en jornadas de hospitales y centros de investigación de Suecia, Checoslovaquia, Argentina, Brasil, Venezuela, Alemania, Canadá, México, Hungría y Polonia. Ha publicado 38 textos en Cuba y 18 en revistas internacionales, y presentado más de 170 trabajos en congresos, jornadas y simposios.
Le pregunto cuál fue su primera cirugía y se ríe: “No me acuerdo. Debo haber empezado por dar algunos puntos. Trabajé en varios hospitales haciendo cirugía general y muy poco de cardiovascular”.
“Al final -subraya- yo quería hacer cirugía cardiovascular, no por Noel, sino por mí”.
Le pregunto si fue un reto y me dice que no, y agrega: “Hay cirujanos buenos y malos, la medicina tiene que gustarle a uno, la cirugía cardiovascular tiene que gustar. Hay que estudiar mucho, tener habilidad y sobre todo destreza”.
No le digo a Taín que mis recuerdos sobre él se remontan a principios de los años ochenta del pasado siglo. Entonces mi hermana tuvo que hacerse un cateterismo -era peligroso aún- y compartió la habitación con una muchacha que se iba a operar. Yo veía llegar a Taín, halarle un dedo del pie, preguntarle cómo se sentía, y yo me preguntaba cómo podía operar el corazón, un acto quirúrgico que necesita exacta precisión para cualquier corte. La respuesta de que sí podía y lo hacía muy bien me la daba la vida con múltiples anécdotas que conocí sobre él.
Hace poco me contó: “Uno de los casos que más recuerdo es con un estudiante de Medicina que estaba examinándose, en el último año de la carrera y le dio un paro cardíaco. A mí no me llamaron, llamaron al cardiólogo. Pero yo estaba allí y el hombre estaba muerto. Le di masajes cardíacos pero nada, mandé a buscar el instrumental y lo abrí en la misma aula. Tenía que hacerlo porque estaba muerto. Le masajeé el corazón y hoy en día -si no ha fallecido por otra cosa- es médico. Se llama Manolo Coto, es cirujano en Camagüey”.
Hubo otro incidente que leí en la prensa. Taín lo revive: “Un guajirito, creo que de Artemisa, se clavó un arpón corriendo. Yo estaba de vacaciones, en una fiesta del Instituto. Al otro día me iba para Pinar del Río, y cuando llevaron al muchacho, el cirujano me empezó a localizar por todos lados, por debajo de la tierra, y me dijo: “Papo, tengo un problema aquí -a mí me dicen Papo-, tengo un niño con un arpón clavado en el corazón. ¿Qué hago?”. Le dije “mételo en el salón”. “¿Tu vienes para acá?”, me preguntó el médico de guardia. “Si yo voy para allá”, le dije.
Me aparecí allí, lo tenían preparado, pero no le habían hecho nada. Lo operé, le di cuatro puntos en el corazón. Tuvo la suerte de que no le atravesara ninguna coronaria, ni nada. Al otro día cuando me iba de vacaciones pasé a verlo y como estaba bien seguí mi descanso”.
Al interrogarlo sobre la cirugía cardiovascular en América Latina, afirma: “En Brasil, México, Argentina y Venezuela se opera bastante. Brasil es una potencia; en otros países también operan el corazón. Y si no se hace más es porque es muy caro. Lleva injerto, sutura, válvula, todo eso es caro. En definitiva, en los países capitalistas el que no tiene dinero no se opera, pero se muere”.
Casi al despedirme le pregunto si repetiría su historia y Julio Taín es categórico: “Sí, sería cirujano de nuevo”.