Reconocida en 1992 como entidad clínica por la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta enfermedad aumenta la percepción del dolor a nivel del sistema nervioso central (SNC) y resulta mucho más recurrente en las mujeres que en los hombres.
Con cierto grado de dificultad para el diagnóstico y aun sin cura definitiva, la fibromialgia se confunde con otros padecimientos y hasta hace dudar de la salud mental de los aquejados.
¿Enfermedad o neurosis?
Ya en el siglo XVIII los estudiosos notificaban el dolor difuso músculo-esquelético. Sin embargo, fue Richard Mannigham el pionero en observar y registrar el amplio proceso de sintomatologías que experimentaban sus pacientes. Al describir lo que él llamó “febrícula o pequeña fiebre” en 1750, no solo precisó que las manifestaciones de dolor y cansancio carecían de relación con una causa clínica en específico, sino que marcó los antecedentes de dos síndromes que más tarde reconocería la medicina: fatiga crónica y fibromialgia.
Tuvieron que pasar 100 años para que, después de las observaciones de Mannigham, consideraran la fibromialgia como un tipo de reumatismo, y hacia 1975 es que emplean por primera vez el mencionado término.
Investigaciones precedentes la habían acuñado como psiconeurosis debido a la ausencia total de señales que justificaran los síntomas aludidos por las personas.
De acuerdo con un boletín de la OMS, la posibilidad de un cuadro psicopatológico fue desestimada cuando distintas investigaciones definieron a la enfermedad como “una alteración persistente del sistema de autorregulación y control del dolor y del estrés en el SNC”.
“Aunque la fibromialgia tiene un origen psíquico, altera los neurotransmisores y la tensión es el principal desencadenante; puede estar condicionada por otras patologías como el lupus eritematoso o la artritis reumatoide. No quiere decir que sea provocada por esos agentes, sino que estos hacen aparecer la enfermedad porque la persona tiene un antecedente que conduce a las alteraciones de sus sistemas de regulación del estrés y del dolor”, especificó el doctor Carlos Alberto Rodríguez, especialista en Medicina General Integral y en Reumatología, del hospital Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus.
La propia fuente argumentó, además, que el padecimiento es multifactorial y puede darse también a partir de trastornos metabólicos o infecciosos. Este cuadro doloroso generalizado, sin signos inflamatorios, se ha descrito en ciertos casos luego de accidentes automovilísticos, divorcios, problemas con los hijos u otras situaciones límites vividas por el individuo.
“Entre el 1 y el 3 % de la población mundial sufre la enfermedad. En muchos casos los médicos y familiares ignoran al paciente porque los análisis dan resultados normales y sin embargo las quejas de ellos continúan. Lo cierto es que esta entidad clínica existe y afecta sobremanera el bienestar de quienes la padecen”, concluyó el también Máster en Medicina Bioenergética.
Cuestión de actitud Pensamientos obsesivocompulsivos, ansiedad, depresión, rigidez matutina, alteración cognitiva o de la memoria, calambres, vejiga y colon irritables, sequedad de boca y ojos, mareos, visión borrosa, sensibilidad interpersonal, dolores durante el período menstrual de la mujer, así como en el cuello, columna lumbar y hombros resultan algunos síntomas referidos por los aquejados de fibromialgia.
“Estas personas son intolerantes a los esfuerzos físicos debido al cansancio que siempre presentan. En la consulta aseguran que se les agotó la energía, que no asumen igual sus actividades cotidianas o les parece tener manos y pies en bloques de cemento. Esta inactividad produce un empobrecimiento muscular y, por tanto, son más reacios a la práctica de ejercicios u otra tarea.
La falta de sueño, y sobre todo el dolor, son consecuencias indiscutibles de esta patología”, argumentó Carlos Alberto Rodríguez.
El reumatólogo es el profesional más indicado para tratar la enfermedad, sin embargo, el médico de la familia también puede prescribirla. Ante cualquier cuadro doloroso difuso, no explicable por un trastorno orgánico, debe considerarse la presencia de fibromialgia; pero, no puede determinarse por exclusión sino por el reconocimiento de síntomas característicos.
En 1990 el Colegio Norteamericano de Reumatología estableció dos criterios para el diagnóstico: “dolor generalizado, o sea que afecte a ambos lados del cuerpo, por debajo y por encima de la cintura, que supere los tres meses de duración, y dolor a la presión digital de al menos 11 de los 18 puntos específicos; entre ellos el codo, la región laterocervical correspondiente a la cara anterior, la columna lumbar, la rodilla (almohadilla grasa medial, próxima a la línea articular) y el punto medio del pliegue superior del trapecio”.
El tratamiento deberá responder al factor que produce la enfermedad, pues esta puede ser clasificada como primaria, cuando la causa es desconocida, o secundaria, si está condicionada por otra patología.
De ahí que lo ideal es emplear, primeramente antidepresivos, analgésicos y relajantes musculares para contribuir al alivio del paciente, explicó el especialista. Para ayudar a mantener la calidad de vida, se aconseja un diagnóstico firme, explicar la naturaleza del mal, tratar alteraciones psicológicas asociadas (si las hay), educar para eliminar factores agravantes, realizar ejercicios físicos sin excesos, el tratamiento con infiltraciones, el uso de medicamentos que atenúen el dolor y masajes.
La fibromialgia nada tiene que ver con el cáncer, ni produce deformidades, lesiones irreversibles o la destrucción de articulaciones; sin embargo, su carácter crónico y la ausencia de una cura definitiva requieren de voluntad para facilitar la existencia de quienes la sufren e impedir el surgimiento de nuevos casos, recomiendan los textos consultados.
Mantener la postura correcta al caminar o sentarnos, no sostener grandes pesos que puedan dañar la musculatura, la realización de ejercicios sin abusar de nuestra capacidad física, algunos tipos de electroterapia y evitar la obesidad son elementos que pueden ayudar al paciente de manera puntual.
Un ambiente familiar libre de tensiones y sin demasiadas exigencias ofrecería estabilidad a los aquejados, quienes deberán proponerse objetivos cotidianos que sean capaces de cumplir.
Diferentes estudios reconocen que “la expresión de la enfermedad forma parte de cada persona y será distinta de acuerdo con quien la padezca”; por lo tanto, mantener el ritmo y el vigor de sus vidas dependerá de la actitud con que las retomen después de conocer que padecen de fibromialgia.