Por MARIETA CABRERA
La doctora María Elena Portal Miranda sigue atenta la evolución de los recién nacidos ingresados en la sala de neonatología del Hospital Provincial Abel Santamaría, de Pinar del Río. Tras observar en el monitor los signos vitales de uno de ellos, explica al equipo de BOHEMIA que en esa área de cuidados especiales son atendidos bebés en estado grave.
Cerca de la incubadora donde se halla el pequeño examinado por la especialista hay diversos equipos, entre estos un ventilador pulmonar, bombas de infusión para hidratarlo y administrarle los medicamentos, la aspiradora para retirarle las secreciones y el aparato de fototerapia para tratar la ictericia. “Son parte del equipamiento esencial para la vida del paciente, por lo que es preciso mantenerlo en óptimas condiciones”, dice la neonatóloga.
Carlos Blanco Sánchez, de 63 años, lo sabe muy bien. Él integra el grupo de profesionales del Centro Provincial de Electromedicina de Pinar del Río que labora permanentemente en el hospital, a fin de reparar y dar mantenimiento a la tecnología médica allí existente.
Con más de cuatro décadas de experiencia en ese campo, Carlos se ocupa de los equipos de soporte de vida, propios de los servicios de urgencia. Asegura que en el hospital vueltabajero existe alrededor de un centenar de estos medios, “casi la misma cantidad que en el resto de los centros de salud de la provincia en su conjunto”.
“Tenemos mucho trabajo”, refiere el licenciado en Electromedicina y agrega que la rotura de cualquiera de esos equipos exige una respuesta rápida. Más aún en la sala de neonatología, única de su tipo en la provincia y con gran peso en el índice de mortalidad infantil del territorio, que en 2016 fue de 2.1 por cada mil nacidos vivos, el más bajo de su historia.
Según el doctor Omar León Vara Cuesta, jefe de dicha sala, “en otras provincias hay varias instituciones hospitalarias que brindan atención a los recién nacidos en estado crítico, pero todos los de Pinar del Río son ingresados en nuestra unidad y hay equipos, como los de ventilación pulmonar, que se mantienen durante días con el mismo niño.
“En ocasiones –ilustra–, hemos tenido a la vez 10 o 12 bebés ventilados. Eso da idea de la importancia de la labor de los electromédicos para alcanzar los indicadores de calidad de vida y supervivencia que muestra este servicio”.
Dinero y algo más
Como un sistema bien ajustado funciona el reporte diario de averías de los aparatos instalados en instituciones sanitarias pinareñas, al decir del ingeniero electrónico Eduardo Regueiro Viera, jefe del departamento técnico del Centro Provincial de Electromedicina.
“Cuando se rompe un equipo, el operario lo notifica al técnico que trabaja directamente en el hospital o al que radica en el municipio si se trata de un policlínico u otra unidad de salud de ese nivel de atención. Si este especialista no puede arreglarlo, por la envergadura de la rotura, la reporta al centro provincial y la brigada encargada de reparar ese equipamiento lo asume”, puntualiza Regueiro Viera.
En hospitales como el Abel Santamaría hay un electromédico de guardia en la noche y la madrugada, precisa el ingeniero. “No obstante, cada entidad tiene sus mecanismos para localizar a nuestros especialistas a cualquier hora”.
El colectivo de trabajadores de electromedicina en el territorio pinareño, asevera el ingeniero, es muy estable. “En 2016, el coeficiente de disponibilidad técnica (CDT) del equipamiento médico fue de 98.4 por ciento, en lo cual influyó la mayor asignación de piezas de repuesto, pero también la preparación y entrega de nuestra gente”.
En los últimos tres años el país ha destinado anualmente más de 40 millones de dólares a la compra de piezas de repuesto para los equipos médicos, asegura el doctor Mario César Muñiz Ferrer, director del Centro de Ingeniería Clínica y Electromedicina (Cicem), entidad rectora de la actividad a nivel nacional.
Eso ha posibilitado incrementar el CDT del equipamiento instalado en el país: de 95.16 por ciento en 2014, a más de 97 por ciento en 2015, y llegar a 98.7 por ciento al cierre de 2016.
Paralelamente, en el trienio se reemplazó parte del equipamiento obsoleto, lo que disminuyó también las roturas, señala el director del Cicem. “Además, se recalificó al personal en las nuevas tecnologías y se ha fomentado la recuperación de equipos. En 2016 rescatamos más de 400 autoclaves de los consultorios del médico de la familia con la adaptación de resistencias, controles y otros elementos”.
Con exactitud de relojero
En la mesa de trabajo de Luis Enrique Pacheco Contreras, en el Centro Provincial de Electromedicina de Pinar del Río, pudiera parecer que reina el desorden con tantos equipos desarmados (o medio armados, quizás), tornillos, cables… Sin embargo, al conversar con él una percibe que tiene muy claras las cosas.
Relata que cuando se le da baja técnica a un equipo, él recupera la tarjeta electrónica con el fin de usar después algunos componentes. “A veces solicitamos una nueva para un equipo y si no está disponible en ese momento, el servicio se afecta.
“Por ejemplo, en el pueblo pesquero La Coloma hay una salita de rehabilitación. Si se rompe un equipo de estimulación eléctrica o un ultrasonido, muchas veces los echamos a andar con tarjetas recuperadas y evitamos que las personas vengan a la ciudad a recibir el tratamiento, enfrentando las dificultades del transporte”, expresa el licenciado en Electromedicina.
Hace 13 años que labora en el centro y es uno de los especialistas del departamento de Ingeniería Clínica que repara y da mantenimiento a equipos de soporte de vida, imagenología, rehabilitación y electrónica médica (entre estos últimos se hallan los desfibriladores, monitores, electroencefalógrafos y electrocardiógrafos).
Entre sus colegas, Luis Enrique Pacheco goza de mucho reconocimiento. “Él no se limita a buscar soluciones en su área, sino que colabora con otras. Es el llamado ‘cacharrero’”, dice jocosamente Oscar Caveda Medina, ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica, y admite que muchas veces Pacheco encuentra soluciones en las que el resto no ha pensado.
Para Luis Enrique, sin embargo, la creatividad es algo que abunda en el colectivo vueltabajero. “Tenemos un movimiento de innovadores y racionalizadores muy fuerte y eso se ve en los premios obtenidos en el Fórum de Ciencia y Técnica provincial y nacional. Los problemas los analizamos entre todos y encontramos las mejores ideas”.
En otra área, Pablo Gómez Lazo revisa con cuidado cada pinza, tijera u otro instrumento de estomatología y cirugía de mínimo acceso que llega a sus manos. Con la sencillez del obrero que es, cuenta que los porta amalgamas traen de fábrica unos tornillos muy pequeños y con el uso diario se caen. “Como no disponemos del original, abrimos un poquito más el orificio y colocamos un tornillo más fuerte y duradero”.
Incontables son los instrumentos clínicos que Pablo restaura, con exactitud de relojero, para que mantengan sus cualidades y puedan retornar a la vida útil. Entre sus maestros destaca a Pedro Ramos Hidalgo, ya jubilado, “quien tiene mucha destreza en esta especialidad y me enseñó bastante, además de que he asistido a varios cursos. Con los médicos también aprendo. Ellos me explican qué necesitan, yo cojo la seña, y cuando ven el resultado se sorprenden”.
Prioridad entre prioridades
El doctor Mario C. Muñiz Ferrer, especialista en Medicina General Integral, nombrado director del Cicem en 2013, considera que su condición de médico le vale para definir las prioridades en la solución de los problemas. “A veces la prioridad la da el hecho de poder contar o no con un servicio en determinado lugar. Un hospital provincial puede tener tres o cuatro equipos de rayos X, y si uno se rompe afecta el servicio, pero este no se deja de brindar.
“Sin embargo, cuando la avería ocurre en el equipo de rayos X de un policlínico, en un municipio aislado (a pesar de que realice mucho menos estudios diarios que los de un hospital), significa el ciento por ciento de esa tecnología, lo cual obliga a quienes residen allí a trasladarse a otro lugar para recibir el servicio.
“Quizás desde el punto de vista técnico no se vería así, pero cuando se analiza teniendo en cuenta la disponibilidad y accesibilidad a los servicios de salud, la prioridad cambia: es mejor reparar primero el equipo de un policlínico, que el tercero de un hospital provincial”, resume Muñiz Ferrer.
Por eso destaca que entre los retos de los electromédicos está lograr que el elevado coeficiente de disponibilidad técnica que distinguió la actividad en 2016 sea homogéneo en todo el país y aboga por el cumplimiento de la política de mantenimiento preventivo en cada institución, así como por el uso racional de la tecnología.
Otro desafío, remarca, es seguir buscando alternativas ante el bloqueo de Estados Unidos que obliga a comprar la mayoría de las partes y piezas en Europa y Asia, con los consiguientes costos de fletes y tiempos de travesía que afectan la inmediatez del servicio.
Alienta saber que en el camino para alcanzar tales metas se encuentren, junto a los veteranos, jóvenes como el pinareño Lester Liván Linares, recién graduado de Ingeniería Biomédica, carrera afín a su labor como electromédico.
Cerca del 20 por ciento de la fuerza técnica que tiene el Cicem, declara el doctor Mario C. Muñiz, se ha incorporado en los últimos tres años. “Son excelentes ingenieros, con un gran sentido de pertenencia hacia la actividad cuando empiezan a conocerla, y muchos deseos de aprender”.