Los «pitufos» no creen en la gravedad

Por Liena María Nieves

¿Tienen idea de cuán vulnerable es un hombre que, sin necesitarlo, pone toda su fe en los prodigios de una pildorita azul?

Lo inevitable suele evadirse a como dé lugar. Es más, quien se deja llevar por la pausada resignación cuan estrategia anti estrés, no pasa de ser asimilado como persona de pocas luces y cuestionables habilidades sociales.

El «luchero», los que no se «dejan caer», quienes alzan su ego como banderín y presentan batalla contra la flacidez —de cuerpo y alma—, el pelo blanco, la celulitis y el aburrimiento, por norma tendrán las de ganar y se les continuará asociando al mundo de los vivos. Esos, obviamente, ya traspasan cierta edad, pero no seríamos humanos si no rompiéramos las reglas una y otra vez.

En no sé cuántas ocasiones he dicho que ya llegamos al punto de extrapolar a nuestra vida íntima la competitividad típica del mundo moderno. O sea, que no basta con ser buenos en la cama —con complacer y ser complacidos—, sino que hay que ir a por más: multiorgasmia, tallas XXL, cambios frecuentes de parejas y maratón de coitos. Y sí, la juventud incluye la bendita capacidad de multiplicar oportunidades y mantener las energías, aunque ni siquiera bajo ese estado de gracia la conformidad se garantiza al 100%.

Que lo diga Reinier, de 29 años —de más está decir que no lo llamaremos por su nombre real, al igual que al resto de los testimoniantes—, quien solo en el 2017 ha consumido más de 25 «pitufos».

«Así se le conoce a la Viagra en muchos países, por su color azul, y además, cuando le digo así me parece que hablo de algo inocente y sin riesgos, aunque yo sé que me tiene enganchado».

(Foto tomada de Internet)

¿Por qué comenzaste a tomarla?

—Para probar, como casi todos. Por suerte, nunca he tenido problemas a la hora de «responder»—toca madera para agradecer su buena fortuna— pero un amigo me dijo que cuando quisiera impresionar a una mujer que me gustara de verdad, me tomara media pastilla por lo menos dos horas antes del sexo.

¿Cuántos años tenías en ese momento?

—Veintiséis, y sí, ya sé  que me dirá que a esa edad uno no necesita estimulación extra, y mucho menos química, pero aquella fue una de las mejores noches de mi vida. Hicimos el amor cuatro veces en cuestión de cinco o seis horas, hasta que ella misma me dijo que jamás había disfrutado tanto.

¿Y siguieron juntos después de ese día?

—Durante unos meses más, pero de manera informal. En aquel tiempo no tomé más Viagra, para comprobar si se trataba solo de sexo, y creo que ella lo notó también. De todas formas no nos visualizaba a largo plazo. Eso sí, cuando he tenido parejas estables la suspendo por completo, pero si se trata de sexo ocasional siempre la llevo en el bolsillo.

¿Lo haces por las mujeres o por ti?

—Creo que por los dos. La pastilla provoca que el cuerpo reaccione al más mínimo estímulo sexual, por lo que el pene se endurece de inmediato y se mantiene eréctil durante horas, aunque eyacules varias veces. Eso, unido a la seguridad de que no te vas a «ablandar», es lo que te hace experimentar y atreverte a buscar más y más placer en la cama.

«A estas alturas me he convertido en un adicto consciente, por lo cual vivo pendiente a las posibles reacciones adversas que, en mi caso, no han pasado de un par de dolores de cabeza y sensación de congestión nasal».

(Foto tomada de Internet)

Javi sí se las ha visto «negras». La primera vez ocurrió el mismo día que cumplió 30 años. Su propio hermano le trajo la pastillita azul envuelta en un papel de regalo: «me lo agradeces después». Se fueron de fiesta, bebieron un poco más de lo normal y cada uno terminó enrollándose con una desconocida.

«Primero sentí mucho mareo y sensación de vértigo, y luego noté que la cara se me ponía caliente. La muchacha se asustó y me preguntó si había tomado algo, y cuando le dije que sí me llevó rápido a un policlínico. En cuanto vieron la erección persistente los doctores se percataron de lo que se trataba, y me dijeron que la mezcla con el alcohol había provocado todos esos síntomas. Terminé la noche con una inyección, oxígeno y reposo.

«Sin embargo, el susto me duró muy poco. Menos de un año después volví a intentarlo, pero esta vez con una píldora de 10mg, aparentemente más inofensiva que la anterior, que fue de 50. No bebí ni una gota de alcohol y traté de mantenerme sedado… ¡muchacha!, la cabeza casi se me explota y por la punzada en el pecho pensé que se trataba de un infarto.

«Como no pude tener relaciones la erección se hizo cada vez más dolorosa y paré, nuevamente, en el Cuerpo de Guardia. Un electrocardiograma confirmó mi peor temor: tenía problemas de arritmia, como mi papá y mis tíos, y debido a mi edad, el efecto de la Viagra se duplica. Me hubiera muerto por quererme hacer el bárbaro».

Sildenafil VS Newton

Desde 2008, Cuba produce su propia versión de Viagra o Sildenafil, aunque el expendio de este medicamente se realiza, previa prescripción médica, mediante una tarjeta de control. Antes de este momento, el Ministerio de Salud Pública encabezó una serie de estudios en entidades asistenciales de la isla que sirvieron para establecer la efectividad, seguridad y acogida del público.

El Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas (CIMEQ) fue una de las instituciones que acogió las pruebas a pacientes mayores de 18 años aquejados de disfunción eréctil, por causas orgánicas o mixtas —incluyen además el factor psicológico—, lo cual permitió determinar que la Viagra es, de hecho, un tratamiento efectivo, seguro y tolerable, amén de fácilmente administrable.

La Sociedad Cubana de Urología confirma que para los hombres con antecedentes de cardiopatías, enfermedades cerebro-vasculares, ateroesclerosis primaria o los diabéticos descompensados —usualmente afectados por episodios de Disfunción Sexual Eréctil (DSE)— el tratamiento no se proscribe, sino que el especialista a cargo deberá ajustarlo de acuerdo a las especificidades clínicas del paciente.

(Foto tomada de Internet)

Sin embargo, lo que se catalogará durante siglos como un éxito incuestionable de la industria farmacéutica —con ganancias que en los primeros 18 años superaron el billón anual de dólares—, hoy se traduce en un reto mayor debido a la repercusión fisio-psicológica del uso indiscriminado de dicho fármaco. La pastilla milagrosa no solo levanta «ánimos» caídos, sino que ya se consume mucho antes de que el cuerpo falle.

Con 18 años, Manolito no sabe lo que es el sexo sin Viagra. Siempre se las ha comprado, por 10 CUC, a un custodio que trabaja cerca de su casa y que se las ingenia para que la transacción se pase, cladestina, a plena luz del día.

«Me lo recomendaron unos socios, y cuando me vio me dijo que yo era un chama, que tenía que cuidarme, pero de todas formas me la vendió. Son 250 pesos, pero solo me tomo un cuarto de la pastilla porque me da miedo que demore demasiado en bajar.

«El tema es que yo solo tenía 16 años y nunca había estado con una mujer, así que le cogí miedo a hacer un papelazo. Me sentí tan confiado y todo fue tan bien, que decidí ahorrarla para ocasiones en las que sé que voy “al seguro”. Cuando mi papá me manda dinero guardo una parte para comprar Viagra. Incluso, una vez estuve con una muchacha de 28 años que no podía creer que yo fuera tan bueno en la cama, a pesar de mi juventud».

¿Has probado el sexo «limpio»?

—No, pero tampoco me hace falta, porque sé que no tendría ninguna dificultad. Eso lo dejaré para cuando tenga una novia firme. El problema es que con los empates hay que quedar bien, porque uno nunca sabe si son de las habladoras, de las que riegan cuando el hombre falla, ¿me entiendes? Las que no conozco son las que más satisfechas tienen que quedar; la mujer de la casa lo que quiere es que la quieran, porque para ellas eso es suficiente.

¿En serio? ¿Suficiente dice? Machismo y prematuridad de pensamiento apartes, me quedo con la evidente lección de los testimonios anteriores: por desgracia, muchos hombres continúan supeditando su confianza y estatus como individuo a la dureza de un órgano. Definitivamente, somos más cercanos a los simios que lo que imaginábamos.

Al César lo que es del César

En el Volumen 44 de la Revista Cubana de Farmacia (Enero-Marzo 2010) aparece el trabajo Sildenafil-50, tabletas revestidas, el cual detalla las peculiaridades farmacológicas y farmacocinéticas de este medicamento, enfatizando en el hecho de que su uso responde, entre otras cosas, al tratamiento de la DSE, cuya evaluación debe incluir la identificación de las causas potenciales del trastorno, así como la determinación del tratamiento adecuado, con un seguimiento especializado total.

«El sildenafil, en voluntarios sanos, tiene propiedades vasodilatadoras sistémicas. Antes de prescribirlo, el médico deberá evaluar cuidadosamente el estado cardiovascular del paciente, considerando la existencia de algún desorden que pudiera ser agravado por estos efectos vasodilatadores, especialmente en combinación con la actividad sexual. En caso de que una erección se prolongue por más de 4 h, el paciente debe procurar asistencia médica inmediata. Si el priapismo (erección dolorosa con más de 6 h de duración) no es tratado de manera inmediata puede acarrear un daño en los tejidos del pene con pérdida irreversible de la potencia».

O sea, lo que más inquieta no habría de limitarse al mero acto del consumo, sino a la presión social implícita en el hecho de ser hombre y, por ende, en la obligación de cebar la masculinidad, así sea a riesgo de la propia vida. Sin embargo, los psiquiatras insisten en que se conozca que ni la Viagra, ni el Kamasutra, ni el médico chino, garantizan una erección duradera sin que medie la excitación sexual. Es decir, sin deseo previo los «fusiles» van al suelo antes de haber hecho un solo disparo.

¿Valdrán los riesgos entonces? ¿Realmente prefieren la versión intoxicada de sí mismos? ¿Tienen idea de cuán vulnerable es un hombre que, sin necesitarlo, pone toda su fe en los prodigios de una pildorita azul?

La inseguridad de los primeros momentos, las manos que tiemblan, los desencuentros, la excitación y el romance, constituyen rasgos innatos y hermosísimos de la sexualidad humana, por lo que el afán de anularlos para montar un personaje de ocasión resulta poco menos que un crimen. No existen pastillas que recuperen lo no vivido, y la física, hasta hoy, tampoco ha fallado: más temprano que tarde, todo lo que sube tendrá que bajar.

Tomado de Vanguardia